Metrópolis (1927), de Fritz Lang (parte 2): Rodaje, efectos especiales y sentido del filme

Metrópolis de Fritz Lang | Uno de los aspectos que más se recuerdan del filme son los efectos especiales, de los que se responsabilizó Eugene Schüfftan, uno de los productores de la cinta.

La complejidad del rodaje, consecuencia directa del gigantesco guión, tuvo como resultado la filmación de 620.000 metros de celuloide, los cuales se redujeron a 4.189 metros en el primer corte y a 3.170 en su distribución internacional. Debido a todas estas alteraciones, no se ha conservado ninguna copia de la película tal y como Fritz Lang la planeó, y las tres reconstrucciones que se han intentado han terminado en resultados no siempre satisfactorios.

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La primera de esas reconstrucciones fue promovida por la extinta República Democrática Alemana en 1970; la segunda, gracias a la colaboración de la Federación Internacional de Archivos Fílmicos (FIAF); y la tercera, la más criticada, la que llevó a cabo el compositor Giorgio Moroder en 1984, en la que reconstruyó el negativo añadiéndole color, efectos de sonido y una banda sonora en la que intervienen QueenBonnie TylerAdam Ant y el mismísimo Moroder, entre otros.

Efectos especiales

Uno de los aspectos que más se recuerdan del filme son los efectos especiales, de los que se responsabilizó Eugene Schüfftan, uno de los productores de la cinta. Fue él quien creó el sofisticado Proceso Schüfftan, gracias al cual, mediante reflejos y contrarreflejos, aumentaba el efecto de grandiosidad de las maquetas, que simulaban enormes edificios de altura increíble; a la vez, esas imágenes podían combinarse con las de los actores, rodadas por separado. Toda una novedad para la época.

Otro de los adelantos técnicos de la película fue la utilización, también por vez primera en el cine, de una cámara giroscópica, la cual permitía filmar panorámicas en todas las direcciones.

Al fin, toda la imaginería y el trucaje cinematográficos se ponen al servicio de una muy personal visión del cineasta alemán. Porque es en esta película donde más fácilmente advertimos la formación de Fritz Lang en Arquitectura y Diseño visual; Lang desarrolla el relato y crea ambientes a través de escenarios expresionistas y simbólicos, a través también de las luces y del montaje, pero muy especialmente a través de su histriónico estilo de dirección de actores.

Junto a su belleza visual, que no ha decrecido con el paso del tiempo, la película se recuerda también por su visión futurista y su mensaje social; un mensaje un tanto ambiguo, que se presta a múltiples interpretaciones, y que motivó muy distintas reacciones por parte del público. Los distribuidores americanos, que la consideraron propaganda comunista, cortaron y manipularon su metraje y los intertítulos; mientras que los nazis, alentados por la reconciliación final de la trama, la ensalzaron como una película proclive a su mensaje pangermanista. Curiosamente, los nazis fueron -a la vez- sus máximos defensores y sus más acérrimos detractores.

Así, su película El testamento del Doctor Mabuse (1931), realizada con apoyo del III Reich, fue prohibida antes del estreno por el solapado ataque al partido nacionalsocialista que evidenciaba la historia. Días después de esa prohibición, Lang tuvo una entrevista con Goebbels, ministro de la propaganda alemana, quien le explicó las razones de esa decisión política; pero en la misma entrevista, y para mayor confusión del cineasta, le propuso dirigir toda la industria cinematográfica alemana. Al servicio del III Reich, por supuesto. Lang acepta el cargo; pero esa misma noche, sin recoger siquiera sus cosas, sin pasar tampoco por el banco, toma un tren con lo puesto y llega a París. Poco tiempo después, se exilia a Estados Unidos y empieza su gran etapa americana: FuriaSólo se vive una vezMientras Nueva York duerme, etc. Pero es ya otro tipo de cine, que poco tiene que ver con sus inicios en Alemania.

Sentido de la película

A la postre, Metrópolis queda como una alegoría a favor del hombre y en contra del gobierno deshumanizado y totalitario. Las duras condiciones en las que viven los trabajadores, y el quehacer profesional convertido en una suerte de esclavitud y sinsentido, emparejan a esta película con Tiempos modernos, de Chaplin; y, en el ámbito de la literatura, con 1984, de Orwell. Ahora bien: con el mérito de haber anticipado esa deshumanización en una época y en un país donde el germen del nazismo empezaba a sembrarse con endiablada eficacia.

Pero, junto a su temática, Metrópolis permanece también como una obra cumbre del expresionismo alemán, tendencia que alumbraría algunas de las más arriesgadas, inventivas y estimulantes películas de la época muda. En él vemos, sin ir más lejos, uno de los filmes de cabecera del expresionismo: una obra que prefigura muchos otros intentos posteriores y que pone de manifiesto el sentido de anticipación de Lang. Quizás esa mezcla de expresionismo y de ciencia ficción sea la que haya provocado ese toque de eternidad que para siempre tendrá ya la rutilante ciudad de Metrópolis. Una ciudad gigantesca, fantasmal y fascinante a un tiempo, que Fritz Lang creyó ver entre la niebla una mañana de octubre de 1924. Al menos, creyó verla en su imaginación de cineasta.

Metrópolis (1927), de Fritz Lang (parte 1)

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