¡Qué bello es vivir! | Parte IV: Muerte y resurrección del filme
¡Qué bello es vivir! | Terminado el rodaje, la película no funcionó bien en taquilla. Y era algo sorprendente, toda vez que el mundo entero -tras la violenta sacudida de la II Guerra Mundial- parecía necesitar más que nunca historias optimistas que le devolvieran la esperanza y las ganas de vivir.
Porque ¡Qué bello es vivir! se presentaba en los cines básicamente como eso: una inyección de optimismo y de ilusión por vivir. Toda la película rezuma momentos de esa visión ilusionada. Incluso cuando Bailey se acerca al suicidio, la película mantiene la puerta abierta a la esperanza. De todas las secuencias, quizás la más elogiada por los críticos sea aquella en que George y Mary formulan sus deseos ante las ventanas rotas de la casa abandonada de Grandville. Está extraordinariamente bien escrita e interpretada; cada línea, cada gesto y cada entonación resultan perfectas. Avanza suavemente desde el sentimiento romántico a las declaraciones líricas y absurdas del ardor juvenil:
«¿Qué quieres, Mary? ¿Quieres la Luna? Dime solo una palabra y la engancharé con una cuerda y te la bajaré. Entonces podrás tragártela y se disolverá; y sus rayos brotarán de tus dedos, de tus pies y de las puntas de tus cabellos…».
La película está tan llena de vida que constantemente nos sorprende; como aquí, al extenderse más allá, cuando parece que ha llegado al límite de su expresión.
Y, sin embargo, la cinta no encandiló a la audiencia. Necesitaba algo. ¿El qué? Pues, más que nunca, un amigable empujón en la gala de los Oscar.
La fallida noche de los Oscar
La película tenía que recuperarse de un arranque más bien lánguido, consecuencia de una fría recepción por parte de la crítica. Frank Capra confiaba en los Oscar. Pero los Oscar no llegaron: sus cinco nominaciones (incluidas las de mejor película, director y actor) fueron a parar a Los mejores años de nuestra vida, que fue la gran triunfadora de la noche. Y el filme de Capra perdió 525.000 dólares en el primer año de su explotación. Liberty Films estuvo a punto de perecer; y, como consecuencia, el apoyo de la RKO se perdió de forma inexorable.
Olvidada durante años, la película conoció una segunda vida a partir de 1974, cuando concluyó la exclusiva cinematográfica y empezó a pasarse por televisión. Millones de espectadores se identificaron con los valores del filme y su mensaje de esperanza, y muy pronto llegó a ser un clásico de la cinematografía navideña. Año tras año, las cadenas la programaban en vísperas de Navidad, y las familias americanas organizaban reuniones para verla con los amigos. Finalmente, sería la película que más beneficios aportaría a la RKO, y la que mejor recordarían todos sus creadores.
En su autobiografía, Capra diría a propósito de ella: «Es la mejor película que he hecho nunca. Es más. Me atrevo a decir que es la mejor película de la historia. No la hice para los críticos aburridos ni para los intelectuales pedantes. La hice para la gente sencilla como yo; gente que quizás había perdido a su marido, o a su padre, o a su hijo; gente que estaba a punto de perder la ilusión de soñar, y a la que había que decirle que ningún hombre es un fracasado».
¡Qué bello es vivir! (1946) // Frank Capra (parte I)
¡Qué bello es vivir! (1946) // Frank Capra (parte II)
¡Qué bello es vivir! (1946) // Frank Capra (parte III)
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