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Rain Man (1988), de Barry Levinson (parte 5)

Rain Man (1988), Barry Levinson

Rain Man (1988), de Barry Levinson. Parte 5: Duelo interpretativo

· La cinta ganó el Oscar a la mejor película, mejor director para Levinson, mejor actor para Hoffman y mejor guión original.

Terminada esta fase de la producción, el equipo se trasla­dó a Oklahoma para filmar durante quince días diversas esce­nas en localizaciones dispersas: Cogar, Hinton, Gu­thrie y El Re­no. Después se dirigieron a Las Vegas para ro­dar las secuencias de juego en el casino; durante tres semanas, el equi­po se alojó gratis en el prestigioso hotel Caesar’s Palace, a cambio de la notoriedad que la cinta le iba a proporcionar.

Finalmente, la producción se dirigió a Los Angeles, donde ro­daron en escenarios muy diferentes: un hangar militar de la II Guerra Mundial, donde Charlie ha establecido su base de operaciones para el negocio de vehículos deportivos; la re­cién restaurada mansión Wattles, que añade gran vistosidad a las últimas escenas del filme; la terminal de carga del puer­to de San Pedro, donde son descargados los Ferraris en la primera secuencia de la película; y otras localizaciones más lejanas en Palm Springs y Santa Ana.

Durante todo ese tiempo, el equipo técnico fue testigo de un auténtico recital interpretativo que protagonizaron dos ac­tores muy diferentes.

Hoffman versus Cruise

Como es característico de su modo de trabajar, Dustin Hoffman se había involucrado to­talmente en la película: había analizado hasta el más mínimo detalle de la trama, de cada una de las escenas, y había pre­parado su personaje durante más de un año. Fruto de esa exhaustiva investigación, había sido su decisión de matizar la discapacidad de Raymond. Y para lograr una completa verosimilitud en el personaje, estudió e imitó el comportamiento, la apariencia y hasta el modo de caminar de un autista real que llegó a ser gran amigo suyo. Su impecable in­terpretación resultó maravillosa, adoptando un tono completamente realista y sin afectación alguna; nunca hasta entonces se había hecho nada parecido.

Fue justamente esa brillantísima actuación la que impidió apre­ciar adecuadamente la gran tarea que realiza Tom Crui­se en el papel de Charlie. Impaciente por convertirse en un ac­tor serio y con estrella, había aceptado ese arriesgado pa­pel, atreviéndose a parecer antipático en un principio y haciendo que la transformación de su personaje resultara com­pletamente creíble. Gracias a su trabajo, el personaje de Char­lie es el centro de la película, tanto en el hilo argumental como en su relación con los demás personajes.

La producción, que había estado a punto de perecer en su errática preparación, encontró en Barry Levinson el empuje que necesitaba. Este director, que interpretó también un brevísimo papel, no reconocido en los créditos, como psicólogo afectado y pomposo, hizo del guión una historia fascinante y singular, y toda una parábola del amor fraternal en­tre dos seres totalmente opuestos. Una historia de amistad co­mo la de Quijote y Sancho: forjada a lo largo de un viaje in­terminable, construida sobre un creciente afecto de amor y respeto, y manifestada en la paulatina transformación de un personaje en otro. En uno y otro caso (Rain man y El Quijote), más que la trama en sí lo que interesa es la evolución de los personajes.

Antes de que llegara Levinson, otra persona había mantenido el proyecto en pie. Todos los que intervinieron en la pe­lícula reconocieron después que fue la tenacidad y el empeño de Hoffman la verdadera causa de que la producción lle­gase hasta buen fin. Este veterano actor, que había recha­za­do el papel protagonista de Huida a medianoche (1988) por impulsar este proyecto, se vio al borde de la desesperación en no pocos momentos. Durante los ensayos, él y Tom Crui­se intercambiaban sus papeles para pulir algunos aspec­tos confusos de sus personajes o resolver algunas aristas de las escenas más conflictivas. Al fin, la película salió a flote: Hoff­man comenzó a sentirse como un verdadero autista, e in­cluso llegó a improvisar nuevas escenas y reacciones no pre­vistas en el guión. Supo entonces que había logrado una in­terpretación memorable; y cuando la Academia le concedió el Oscar, vio definitivamente recompensados todos sus padecimientos anteriores.

Quizás por eso, al recoger la estatuilla dorada se acordó ca­si exclusivamente del mundo agobiante en el que quiso su­mergirse durante casi dos años: “Quiero dar las gracias a to­das las personas que me han ayudado a indagar en el problema de los autistas, incluidos los familiares y médicos de los enfermos… Es un placer estar aquí por tan buen trabajo”. Co­mo afirmó años después, el papel de Raymond en Rain man (1988) y el de Ratso Rizzo en Cowboy de medianoche (1969) son las dos interpretaciones por las que le gustaría ser recordado en el futuro.

La película, con ocho nominaciones, fue la gran triunfadora en los Oscar: se llevó el de mejor pelí­cu­la, mejor director pa­ra Levinson, mejor actor para Hoffman y mejor guión ori­ginal para Ronald Bass y Barry Mo­rrow.

Rain Man (1988) // Barry Levinson (parte 1)

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