Star Wars – La guerra de las galaxias (1977), de George Lucas (parte 1): Antecedentes del proyecto

El cine de Hollywood parecía abocado al desencanto, con películas de catástrofes que crearon un nuevo género para dar salida a un sentimiento de desesperanza.

Dio vida a un mundo nuevo, a una galaxia muy lejana po­blada de ewoks, siths, androides y caballeros Jedi. De­vol­vió al cine el gusto por un género casi olvidado: las pe­lículas de aventuras. Fue el primer blockbuster mo­der­no y el primer filme que generó un auténtico ejército de fans, mitómanos y seguidores incondicionales. Y, sin em­bargo, nada de esto explica la esencia de es­ta pelícu­la, que cosechó un éxito sin precedentes en to­dos los paí­ses donde se estrenó. Porque esta cinta de­sa­fió todas las convenciones cinematográficas. Se hizo en contra del parecer de los grandes estudios y de una for­ma muy di­ferente a como se hacía cine en aquel entonces. Revo­lu­cionó el género de ciencia ficción y reinventó por completo el arte de los efectos especiales. Cier­tamente, con ella cambió la historia de las películas.

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Estados Unidos a principios de los setenta

Con la carrera espacial prácticamente terminada, la inquietud por la Guerra fría y el miedo a una Tercera Guerra Mundial, América se hallaba sumida en una si­tuación de angustiosa perplejidad. Tras la crisis del Wa­tergate y la consiguiente dimisión del Presidente Ni­xon, la sociedad estadounidense se volvió escéptica respecto a la vida política y al gran sueño americano. Do­minaba un pesimismo existencial que era alimentado pe­riódicamente con el recuerdo de Vietnam, y de forma más insistente con la imparable inflación económica. La crisis del petróleo convertía el panorama en un hori­zon­te de escepticismo y negrura.

En estas circunstancias, también el cine de Hollywood parecía abocado al desencanto. Películas de catás­tro­fes (Terremoto, El coloso en llamas, La aventura del Po­seidón) crearon un nuevo género para dar salida a ese sen­timiento de desesperanza. Junto a estas cintas, otras cargadas de un mayor desengaño brillaron con fuer­za en la ceremonia de los Oscar. Si en los sesenta ha­bían triunfado películas positivas y familiares (My Fair Lady, Sonrisas y lágrimas, Oliver, Un hombre para la eternidad…), durante el primer lustro de los setenta resultaron premiadas cintas con una visión negra y áci­da de la condición humana: Patton, Contra el imperio de la droga, El Padrino I y II, Alguien voló sobre el nido del cuco, Chinatown

My Fair Lady
My Fair Lady (1964)

El sistema de Estudios se debilitaba con el auge de las productoras independientes y el nuevo cine de autor. En esas circunstancias, los directivos de los estu­dios dirigieron su mirada a las nuevas generaciones de ci­neastas que se formaban en las escuelas de cine de to­do el país. Woody Allen, Francis Ford Coppola, Martin Scorsese y Steven Spielberg empezaban a despegar en ese momento, y ninguno sobrepasaba los treinta y cin­co años. Entre todos ellos, el que pasaba más desa­per­cibido era un joven barbudo y silencioso que había lle­gado al cine casi por casualidad.

Los comienzos de un cineasta

George Walton Lu­cas había nacido en Modesto (California) el 14 de ma­yo de 1944. Durante su juventud, leyó los seriales de Flash Gordon y muchos clásicos de aventuras como La isla del tesoro o Las aventuras de Robin Hood. Aficio­na­do a los coches, pensó en dedicarse al automovilismo pro­fesional, pero un grave accidente que casi le cuesta la vida le disuadió de tomar ese rumbo. A pesar de ello, ca­si todas sus películas en el futuro reflejarán de una for­ma o de otra la pasión por los vehículos.

En 1963, con apenas diecinueve años, Lucas se decanta por el mundo del celuloide y se matricula en la Es­cuela de Cine de la Universidad de California. Allí escribe y dirige una decena de cortometrajes, entre los que destacan Herbie (1966, sobre el famoso automóvil), The emperor (1967) y THX 1138 4EB: The electronic labyrinth (1967). Con esta última cinta gana un premio en su Facultad y una beca para asistir a un rodaje de la War­ner Bros., El valle del arco iris (1967), que dirige Fran­cis Ford Coppola. Al poco de conocerse, surge en­tre los dos cineastas una profunda amistad y poco más tar­de, en 1969, se deciden a fundar su propia producto­ra: American Zoetrope. En los dos años siguientes Lucas tra­baja a las órdenes de Coppola: como ayudante de dirección en Llueve sobre mi corazón (1969), y como director de fotografía en el famoso documental sobre los Ro­lling Stones Gimme Shelter (1970). Por su parte, el di­rector italoamericano le anima a escribir una ampliación de su cortometraje, y así Lucas escribe y dirige su pri­mera película: THX 1138 (1971). Animado por el éxi­to de esta cinta, funda su propia compañía, Lucasfilm Ltd., cuyo primer filme será American graffiti (1973). Es­ta cinta, producida por Coppola y rodada en tan solo 28 días, pretendía ser una mirada nostálgica sobre los úl­timos años cincuenta, una historia de jóvenes y coches -otra vez los automóviles- que fue un prodigio de ren­tabilidad, además de obtener varios premios cinema­to­gráficos importantes, entre ellos el Globo de Oro a la me­jor película de comedia, el premio de la New York Film Critics Association y cinco nominaciones a los Oscar. De esas cinco, tres eran para Lucas: mejor película, me­jor director y mejor guion original.

American Graffiti
American Graffiti (1973)

Con el aval de este triunfo inesperado, Lucas se sien­te entonces con fuerza suficiente como para acometer un proyecto mucho más complejo y ambicioso que ha em­pezado ya a preparar en su última producción. Se tra­ta de una historia de ciencia ficción, como THX 1138, pe­ro muy diferente en cuanto a estilo, argumento y escala de producción. Provisionalmente ha decidido titularlo The Star Wars.

Origen de la historia

Lucas nunca ha dejado muy cla­ro cuál fue el origen del argumento, aunque siempre de­claró que se había inspirado en los grandes clásicos de aventuras de ciencia-ficción. Al parecer, su primera idea fue hacer una película basada en Flash Gordon, pe­ro como los derechos sobre ese cómic los había compra­do Dino de Laurentiis (quien produjo una versión muy renombrada años más tarde, en 1984), el director californiano decidió elaborar su propia histo­ria fantástica.

El primer borrador del argumento -una sinopsis de tre­ce folios fechada en mayo de 1973- se titulaba sencilla­men­te The Star Wars. Y en él la acción no transcurría «ha­ce mucho tiempo, en una galaxia muy, muy le­jana»; ni la princesa se llamaba entonces Leia, ni existían los androides ni tampoco el capitán Han Solo. De he­cho, la pri­mera versión del argumento se situaba en un lejano fu­turo, en la centuria 33 de nuestra era, y sus personajes te­nían poco que ver con los que finalmente aparecerán en la película, pues Darth Vader aún no existía y Luke Sky­walker (que en versiones posteriores se apellidaría Star­killer) no era un joven piloto, sino un general de mu­cha más edad, con ademanes y atuen­do de samurai.

George Lucas
George Lucas durante el rodaje de American Graffiti

Con esa sinopsis de trece páginas, Lucas se presentó en los Estudios Universal pensando que le aprobarían fá­cilmente su proyecto. Tras el reciente éxito de Ameri­can graffiti, producida por la Universal, Lucas se había da­do a conocer en Hollywood y muchos en ese estudio se habían hecho de oro gracias a él. Además, había demostrado ser un director bastante rentable, pues el millón de dólares que había costado esa cinta había pro­porcionado más de cincuenta en la taquilla. Sin embargo, los jefes del estudio desconfiaban mucho de las pe­lículas de ciencia-ficción: el último gran proyecto de la MGM, 2001: Una odisea del espacio, había resultado un gran fiasco económico del que habían tomado buena no­ta todas las grandes productoras. Así que, a pesar de su buena estrella, George Lucas recibió un rotundo no a su propuesta de rodar una película galáctica. Algo dolido por la respuesta, lo intentó de nuevo en la United Ar­tists con un argumento ligeramente retocado, pero tam­bién allí rechazaron el proyecto. Los comienzos no po­dían ser más desalentadores.

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