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Tiburón (1975), de Steven Spielberg (parte 3)

Tiburón. Parte 3: Rodaje y lanzamiento

· El incidente más espectacular aconteció mientras rodaban la escena en que el tiburón vuelca el pesquero «Orca», la barca de Shaw, Schneider y Dreyfuss.

Para el rodaje de la película se construyeron tres tiburones diferentes, pues cada uno de ellos tenía una finalidad di­stinta. El más importante y el más utilizado en la filmación era uno gigantesco, que medía veinticinco pies y pesa­ba una tonelada y media, y que era manejado bajo el agua por buzos adiestrados. Fue concebido por el diseñador de pro­ducción Joe Alves, con un coste de 250.000 dólares, y bau­tizado cariñosamente como «Bruce» por todos los miembros del equipo. Se empleó, sobre todo, para las tomas submarinas, y es sin duda una de las más espantosas criaturas ja­más concebidas para una película. Los otros dos tiburones, abier­tos uno por la derecha y el otro por la izquierda, se em­pleaban para las tomas laterales y las que se realizaban ca­si a nivel de superficie.

Terror y suspense bajo el agua

Junto a estas esce­nas con criaturas mecánicas, un equipo de especialistas australianos filmó -bajo el agua y en una cámara de cristal con­venientemente blindada- abundantes tomas de tiburones auténticos, las cuales fueron hábilmente intercaladas con las otras. Gracias al cuidadoso montaje de Verna Fields, di­rigida en todo momento por Spielberg, resulta prácticamente imposible distinguir unas tomas de otras.


El incidente más espectacular aconteció mientras rodaban la escena en que el tiburón vuelca el pesquero «Orca», la barca de Shaw, Schneider y Dreyfuss. De forma imprevista, el tiburón mecánico hundió verdaderamente la lancha y las dos cámaras cayeron al fondo del mar. Recuperadas con grúas tras varias horas de espera, y después de una limpieza detenida, pudieron continuar el rodaje; y hasta el material filmado, que sobrevivió a ese accidentado baño, pudo uti­lizarse en el corte definitivo, añadiendo así un efecto de dra­matismo y verosimilitud.

Gigantesca promoción publicitaria

Con toda la ex­pectación que la novela había creado en su primer año de vida, la cinta fue objeto de una de las campañas publici­ta­rias más intensas de la historia; y aún hoy, los Estudios Uni­versal reconocen que Tiburón fue vendida en primer lu­gar como «acontecimiento» y después como película.

Durante los ocho meses previos a su estreno, los productores Zanuck y Brown, el guionista y autor de la novela Benchley y la montadora Fields se embarcaron en una gira por toda la nación para promocionar lo que el departamento de publicidad de la Universal denominó «toma de conciencia de Tiburón«. Consistía ésta en atemorizar a la población so­bre la remota posibilidad de que un tiburón irrumpiera efectivamente en las playas norteamericanas. Perfectamente di­señada tanto para la radio como para la televisión, la campaña enfatizaba el hecho de que, a diferencia de El exorcista (1973) y otros filmes terroríficos de la década, Tiburón versaba sobre un terror «real»: tan real como los ataques del gran tiburón blanco que podían verse en la cinta. Desde lue­go, sus anuncios se hicieron famosos por el eslogan, que en­tonces resultaba pegadizo y espeluznante: «Ninguna de las fantasías humanas sobre el mal puede compararse con la realidad de Tiburón«.

La película tuvo un gigantesco presupuesto de promoción de más de dos millones y medio de dólares, e inició una ten­dencia que más adelante se haría habitual en la promoción de grandes películas como La guerra de las galaxias (1977) o Superman (1978). Así, coincidiendo con el estreno, se comercializaron decenas de muñecos, camisetas, bolsas, cajas, etc., con el familiar logotipo de la cabeza del tiburón emer­giendo del agua sobre la frágil nadadora. Al final, millones de objetos vendidos en todo el mundo supusieron pa­ra la Universal dividendos aún más altos que los con­seguidos por la propia cinta.

Nominada a cuatro Oscar, incluido el de mejor película, Ti­­­burón se alzó con los tres galardones técnicos: mejor so­ni­do, mejor banda sonora y mejor montaje. Pero su impacto en la audiencia provocó tres secuelas en poco tiem­po: Tibu­rón 2 (1978), El gran tiburón (1983) y Tiburón, la venganza (1987). Ninguna de ellas fue dirigida por Spiel­berg, que abier­tamente se ríe de esa tendencia a las con­tinuaciones en la película Regreso al futuro 2 (1989), producida por él mis­mo. En una determinada secuencia, el personaje Marty Mc­Fly aparece en el año 2015 y, al pa­sar junto a una sala ci­nematográfica, contempla un cartel ho­lográfico de la pelí­cu­la que están proyectando: se trata de ¡Tiburón 19!

Afortunadamente, Spielberg siempre ha tenido un sen­ti­do del humor muy saludable… y también muy ci­ne­ma­tográ­fi­co.

Tiburón (1975) // Steven Spielberg (parte 1)

Tiburón (1975) // Steven Spielberg (parte 2)

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