Titanic (1997), de James Cameron (parte 10): Lanzamiento y éxito internacional

Titanic, de James Cameron | En el mes de agosto, y con la composición musical bas­tante avanzada, surgió un problema no pequeño. Hor­ner había previsto componer un tema romántico pa­ra los créditos, pero James Cameron dijo tajantemente que no quería incluir en su película ninguna canción, ni si­quiera en los títulos fínales: “¿Pondrías una canción en los créditos de La lista de Schindler?”, argumentaba Ca­meron. Al ver su firmeza, Horner decidió actuar por su cuenta. Llegó a un acuerdo con el letrista Will Je­­nnings y la cantante Céline Dion para escribir My Heart Will Go On y grabar una demo en un estudio. Cuando ya estaba terminada, se la llevaron a Cameron, que la es­cuchó y no tuvo más remedio que aceptarla. Hubiera si­do de locos rechazarla: fue la canción más escuchada en esas Navidades y la que se llevó finalmente el Oscar con todo merecimiento.

Lanzamiento y Oscar de la Academia

En los pases previos la película había funcionado muy bien. Tanto en Portland (Oregon) como en Anaheim Hills (California) el público se había entusiasmado al verla, y la única objeción que le ponían era su duración quizás excesiva. Cameron estaba muy sensibilizado en este pun­to, pues intuía que tres horas y veintidós minutos po­día ser demasiado para mucha gente. Y se dispuso a re­cortar el metraje, sabiendo perfectamente dónde tenía que hacerlo: de los siete minutos que quitó del primer mon­taje, seis pertenecían al arranque “estilo documental” del Titanic hundido. Le costaba hacerlo, porque se ha­bía encariñado con aquellas tomas y además le habían supuesto 2 millones de dólares, pero entendía que de­moraban en exceso el comienzo de la trama, y las suprimió.

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El 1 de noviembre de 1997 se mostró el montaje definitivo en el Festival de Cine de Tokio, y levantó tal olea­da de aplausos que sorprendió al propio Cameron. Aquel pase demostró dos cosas: que la cinta podía ser un bom­bazo en taquilla y que la verdadera estrella de la película iba a ser Leonardo DiCaprio. Todas las muchachas japonesas querían hacerse una foto con él.

Apoyada en una inteligente campaña publicitaria, di­ri­gida por el Jefe de marketing de la Paramount, Arthur Co­hen, y alentada en la radio por la omnipresente me­lo­día de Céline Dion, la película fue objeto de comenta­rios elogiosos en multitud de revistas y programas de te­levisión. A mediados de diciembre la expectación era in­creíble: era la película que todos querían ver. Cuando se estrenó, el viernes 19 de diciembre, las 2.674 salas con­tratadas en Estados Unidos se llenaron por completo. El primer fin de semana recaudó 29 millones de dólares, so­brepasando con mucho la taquilla de El mañana nunca mue­re, que era la gran producción de aquel año. A los do­ce días, la recaudación sobrepasaba la mágica cifra de los 100 millones, y el crítico de Variety se apresuró a decir que “no obstante los malos augurios, la cinta podría al­canzar los 200 millones”. Para febrero era ya el filme que más rápidamente había alcanzado los 300 millones de taquilla, y con ese motivo Arthur Cohen envió a Rea San­chini un inmenso ramo de 300 tulipanes, uno por ca­da millón.

Con el empuje de la fiesta de San Valentín, que el marketing de la cinta asoció con inteligencia a la película, el éxito se acrecentó. El 14 de marzo, tras superar los 461 millones de dólares (el récord de La guerra de las ga­laxias hasta entonces, sumados sus dos lanzamientos: 1977 y 1997), Titanic pasó a ser la cinta más taquillera en la historia de los Estados Unidos. Cuando acabó su ca­rrera en América, el 25 de septiembre de 1998, había con­seguido dos marcas notables: la máxima permanencia en cartelera (281 días ininterrumpidos) y la máxima re­caudación doméstica: más de 600 millones de dólares.

Recepción en el mercado extranjero

En el resto del mundo la cinta funcionó incluso mejor que en EE.UU. Favorecida por el éxito de la banda sono­ra, que rompía todos los récords en el ámbito musical (17 millones de copias en las primeras diecisiete semanas), la película sobrepasó con facilidad los mil millones de dólares: ninguna otra lo había conseguido antes, y so­lo El retorno del Rey (2003) lo lograría después. A la vez, se convertía en objeto de culto en todo el mundo, in­cluidos los países árabes y todo el continente asiático. Cuando a principios de 1999 se cerró su carrera comer­cial, la cinta llevaba meses siendo la más taquillera de to­dos los tiempos: había recaudado 1.835 millones de dó­lares, prácticamente el doble de la segunda más taquillera entonces: Parque Jurásico, con 919 millones.

Meses antes, establecía una nueva marca en la historia de los Oscar. Sus catorce nominaciones habían igualado el mítico récord de Eva al desnudo (1950). Y cuando el 23 de marzo tuvo lugar la entrega de los premios, Ti­ta­nic volvió a romper moldes: sus once estatuillas igua­la­ron el récord establecido por Ben-Hur en 1960, y los tres Oscar de James Cameron -como director, montador y productor de la cinta- empataron la marca establecida por otros dos cineastas: además de él, solo Billy Wilder y James L. Brooks habían conseguido tres premios en una misma ceremonia. Tal vez por todo ello, al recoger una de las estatuillas, Cameron lanzó aquel famoso grito: “¡Soy el rey del mundo!”.

Ciertamente, aquel año de 1998, el Titanic había hecho historia por segunda vez. Y no para desaparecer, co­mo en 1912, sino para asentarse en los anales del cine pa­ra siempre.

Titanic (1997), de James Cameron (parte 1)

Titanic (1997), de James Cameron (parte 2)

Titanic (1997), de James Cameron (parte 3)

Titanic (1997), de James Cameron (parte 4)

Titanic (1997), de James Cameron (parte 5)

Titanic (1997), de James Cameron (parte 6)

Titanic (1997), de James Cameron (parte 7)

Titanic (1997), de James Cameron (parte 8)

Titanic (1997), de James Cameron (parte 9)

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