Titanic (1997), de James Cameron (parte 6): La difícil selección de actores

Cuando todo iba camino de un inmenso galimatías, James Ca­meron volvió a escuchar a DiCaprio y comprendió que era la opción más acertada.

Desde el momento en que decidió que -por ser el primer amor en sus vidas- su pareja protagonista debía ser muy joven (17 años Rose, 20 años Jack), James Cameron supo que no iba a ser fácil encontrar a los actores adecuados. Pa­ra agilizar esta tarea, en octubre de 1995 contrató a Ma­li Finn como jefa de casting. Había trabajado con ella en Terminator 2 y Mentiras arriesgadas y se fiaba por completo de su intuición. Finn almacenó en poco tiem­po centenares de vídeos y fotografías de todos los jó­venes actores que prometían algo en Hollywood o en Broad­way. De igual modo, se encargó de preparar las audi­ciones con los actores, cuyas pruebas quería ver el di­rector con los diseños de Deborah Scout (jefa de vestuario desde noviembre de 1995), porque quería apreciar sus interpretaciones en el contexto global de la escena.

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En busca de los protagonistas

Muy pronto, la propuesta de Finn para Rose se decantó en una sola opción: Kate Winslet, una actriz británi­ca de 21 años que había rodado ya brillantes películas de época: Sentido y sensibilidad, Jude y Hamlet (aquí, en el papel de Ofelia). Pero justamente este punto no agra­daba a Cameron: no quería una actriz ya encasilla­da en papeles retro. Finn insistía una vez y otra, y el di­rector no tuvo más remedio que asistir a una audición de Winslet. La prueba fue sorprendente: Kate daba el to­no, simulaba perfectamente el acento americano y trans­mitía las emociones de una joven enamoradiza, y la cá­mara no encontraba un solo ángulo que la desfavore­cie­ra. No obstante, algo no encajaba: la interpretación sa­lía demasiado académica, demasiado predecible. Cameron le dijo entonces que actuara con su acento natural, británico, y la interpretación de la actriz le fascinó por completo.

Se hicieron pruebas a una decena de jóvenes promesas, como Gwyneth Paltrow, Claire Danes, Christina Ri­cci o Gabrielle Anwar. Pero ninguna lo hizo como Wins­let. Y aunque el propio Cameron demoró su respuesta -mien­tras Kate le atosigaba para que le diera ya el papel-, en marzo de 1996 acabó por darle el sí definitivo.

Mientras tanto, seguían las audiciones para encontrar a Jack Dawson. Inicialmente, Finn le propuso a Christian Bale, un actor galés que desde la infancia había tra­bajado muy bien en filmes de época: había hecho El im­perio del sol, Enrique V y Rebeldes del Swing. Pero Cameron no veía acertado que dos actores ingleses dieran vi­da a los protagonistas americanos de su historia. Y le di­jo que buscase a otro.

Entonces empezó el baile de sugerencias. Unos querían a Macaulay Culkin, que todavía estaba en alza, y otros propugnaban a estrellas del público juvenil, como Brad Pitt o Tom Cruise. El agente de Cruise facilitó las co­sas y durante unas semanas el actor estuvo a punto de firmar el contrato, pero al fin decidió que era un pa­pel muy arriesgado y lo rechazó. Finn sacó entonces su carta mejor guardada: propuso a un joven Leonardo Di­Caprio, que entonces solo había hecho papeles sin es­pecial relieve: un retrasado mental en ¿A quién ama Gil­bert Grape?, un poeta atribulado en Vidas al límite y un adolescente inmaduro en La habitación de Marvin. A la Fox no le gustaba: le parecía demasiado desconocido pa­ra protagonizar una superproducción de tal calibre, y se decantó por Matthew McConaughey. Para salir del ato­lladero, Finn propuso a Billy Crudup, pero éste rechazó la oferta porque aspiraba a ser un actor y no una gran estrella (no hay certeza de que luego se reafirmase en esa decisión).

DiCaprio se hace con el papel

Cuando todo iba camino de un inmenso galimatías, Ca­meron volvió a escuchar a DiCaprio y comprendió que era la opción más acertada. El joven actor, además, le sugería multitud de pequeños detalles para retocar el personaje rudo y casi neurótico que el guion dibuja­ba. «La historia va -le decía DiCaprio– de una chica que se enamora de alguien tosco, de quien se supone que nunca se iba a enamorar. Y no tiene sentido que se ena­more de un cualquiera, de un chico neurótico, por muy atractivo que sea. La audiencia debe intuir desde el prin­cipio que ese amor es posible».

El tira-y-afloja con la Fox seguía empantanado. Pero en mayo de 1996 empezaron a llegar las pruebas cinema­to­gráficas de Romeo + Julieta, película canadiense que se estrenaría entre octubre y noviembre de ese año, y la in­terpretación que DiCaprio hizo de Romeo dejó impresionados a todos. El estudio cedió y en junio Cameron ce­rró el acuerdo con el actor. Ahora, sin embargo, su agen­te pedía el doble de lo inicialmente propuesto: 2’5 mi­llones de dólares. Lo quisiera la Fox o no, Leonardo ju­gaba ya en la primera división.

Para el resto de los papeles sí se acudió a estrellas con­sagradas. Cameron propuso a Robert de Niro inter­pre­tar al capitán Smith, pero el actor sufría entonces una infección gastrointestinal y declinó la propuesta. Se­gún algunos periódicos ingleses, el papel fue ofrecido en­tonces a Michael Caine, que también lo rechazó. Fi­nal­mente recayó en Bernard Hill, que ya había interpretado otras tragedias marinas. En 1984 había sido uno de los oficiales que se amotinaron en el «Bounty», junto a Anthony Hopkins y unos jovencísimos Mel Gibson y Daniel Day-Lewis.

Para dar vida a la inquieta Molly Brown, Cameron pro­pu­so a su novia Linda Hamilton, pero todos compren­die­ron que ese rol no le iba en absoluto. También lo in­tentó Reba McEntire, sin mucho éxito. Al final fue Ka­thy Bates, por su parecido físico y su fuerte tempe­ra­mento, quien se llevó el papel. Por su parte, y tras pro­bar a Rob Lowe, el papel de Cal Hockley fue a parar a Bi­lly Zane. Para interpretar a Rose en el presente (se le su­ponían 101 años) se recurrió a Gloria Stuart, que te­nía 86 y era la única de todo el equipo que vivía cuando se hundió el verdadero Titanic. Por esa interpretación fue nominada al Oscar para la mejor actriz de reparto.

Titanic (1997), de James Cameron (parte 1)

Titanic (1997), de James Cameron (parte 2)

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