Titanic (1997), de James Cameron (parte 8): Un rodaje complicado
El 1 de septiembre de 1996 comenzó el rodaje de Titanic. Los decorados aún estaban en construcción, pero Cameron pudo empezar a grabar las secuencias más intimistas, que requerían escenarios más pequeños.
Para reducir costos, solo se había construido la mitad del barco: en concreto, el costado derecho, dejando el izquierdo con la estructura al aire. Eso hizo necesario utilizar espejos para dar la impresión de que se filmaba también por el lado opuesto. En otras ocasiones, la misma estratagema sirvió para ampliar el tamaño del buque: en vez de las cuatro calderas originales, se construyeron solo dos, pero el espectador ve las cuatro en el mismo plano gracias también a unos espejos en los que las dos calderas se reflejan.
Esta técnica ahorradora exigió que muchos carteles tuvieran que imprimirse tanto al derecho como al revés, y también que los actores llevaran en algunas escenas la ropa cerrada en sentido contrario al usual: con chaquetas que tenían los ojales donde debían ir los botones, y al revés. Algunos cazadores de gazapos han hecho notar que los pantalones, en cambio, no están diseñados al revés, pero esto es muy difícil de apreciar porque en la película todo el mundo se mueve muy rápido.
Un rodaje a punto del naufragio
Las escenas más complicadas de rodar eran, lógicamente, las del hundimiento. Hasta las más simples de esa parte del filme presentaron no pocas dificultades. En una de ellas, por ejemplo, debía verse cómo una tromba de agua irrumpe con violencia por un largo pasillo. Después de la primera toma, Cameron decidió que 120 toneladas no eran suficientes para lograr el efecto deseado. Había que verter el triple de agua, y el set tuvo que ser reforzado para que pudiera aguantar semejante peso.
Una escena parecida tiene lugar en el hall principal y su doble escalera; también allí el agua aparece de improviso, pero en este caso debía verse cómo arrasa y destroza todo el escenario. Para esa toma, Eric Braeden había preparado un complicado sistema hidráulico capaz de arrojar en pocos segundos cantidades ingentes de agua, pero sabía que podía fallar por múltiples puntos. La noche anterior no pudo dormir pensando en que la escena solo podía rodarse una vez e imaginando los accidentes o derrumbes que el agua incontrolada podría provocar. Finalmente, todo salió bien y la escena quedó perfecta.
La secuencia más complicada era el momento en que el buque se parte en dos y la proa se hunde rápidamente. Para filmarlo, todo el inmenso escenario se dividió en partes. Pero entonces se comprobó que la sección de proa no se hundía con la suficiente celeridad, pues su propio diseño y la cercanía a una pared del contenedor tendían a mantenerla a flote. La escena no salía de ninguna de las maneras, hasta que Cameron tuvo una idea genial: inundaron el set, dejando que el nivel del mar cubriera la proa y la llenara de agua; entonces, en una operación rápida, elevaron de nuevo el set y filmaron cómo la proa se hundía velozmente por la cantidad de agua que le había entrado. El truco funcionó.
Filmación sin apenas incidentes
Ahora había que filmar el hundimiento de la popa. Según el guión -apoyado en los relatos históricos-, en los minutos previos a la fractura del barco la popa se habría ido elevando lentamente hasta los 45 grados por el peso de la proa inundada, lo cual motivó que unos mil doscientos pasajeros -los que aún quedaban en el barco- se agrupasen en esa parte más alta. Al romperse en dos la nave, la popa cayó de golpe sobre el mar y, tras inundarse de agua, subió de nuevo hasta ponerse vertical y sumergirse rápidamente en el abismo. Para esta escena, se emplearon doscientas cincuenta personas: 100 especialistas, que son los que vemos caer al agua, y 150 extras que fueron atados -si aparecían en imagen sujetos a algún saliente o pasamanos- o sujetos con cuerdas tensadas de un lado al otro -si les vemos caer o rodar por cubierta-. A pesar de todas las medidas de seguridad, en la primera toma varios especialistas cayeron uno sobre otro. Hubo que hacer una pausa y definir los recorridos de cada uno; aún así, ese día de rodaje terminó con tres fracturas: un tobillo, una costilla y un antebrazo.
Al filmar un naufragio de tales dimensiones fue milagroso que ocurriesen muy pocos accidentes. El único grave fue el de un especialista que sufrió fuertes quemaduras en el rodaje de la explosión de una caldera. Cameron se había gastado una fortuna en seguridad, incluyendo un equipo de vigilancia y otro de médicos y enfermeras, y aquel suceso le dolió enormemente. Menos aparatosa, pero más decisiva en el calendario de rodaje, fue la neumonía que Kate Winslet pilló en las secuencias con agua. Fue uno de los pocos actores que no quisieron ponerse un traje térmico, y al final pagó cara esa decisión. Días antes, había tenido un aviso de lo que podía ocurrir. En la escena en que está buscando a Jack por diversos pasillos, el agua que penetra en el escenario era la gélida marea del Atlántico, a su entrada en Rosarito Beach; y al zambullirse en ella, Winslet la sintió tan fría que no pudo reprimir un escalofrío; el gesto que vemos en la película no fue fingido sino real.
Otro de los que sufrieron el frío en sus carnes fue el propio director. Cameron optó por inyectarse una sustancia anticongelante en las piernas para aguantar las largas horas de rodaje con el agua hasta la cintura.
Titanic (1997), de James Cameron (parte 1)
Titanic (1997), de James Cameron (parte 2)
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