Titanic (1997), de James Cameron (parte 9): Fin del rodaje y postproducción
Titanic (1997) | Cameron se concedió algunos cameos en la película. Al más puro estilo Hitchcock, le vemos en un par de veces durante la cinta: en el muelle de Southampton, es el hombre al que están limpiando la barba de piojos; y poco antes de que Murdoch dispare, está en cubierta junto a Fabrizio, esperando subir a un bote. Además, son sus manos -y no las de DiCaprio– las que realizan los dibujos a carboncillo de Rose, tumbada en el sofá imperial. De hecho, se nota que esas manos están más limpias y cuidadas que las del tosco Jack.
Entrenamiento de los extras
El punto más novedoso de la producción fue tal vez el tratamiento dado a los extras. En vez de contratar nuevos figurantes cada vez que se rodaba una secuencia, y tener que ajustar de nuevo los trajes de época, adiestrarles en el comportamiento, etc., la coordinadora de extras Lynne Hockney decidió fichar a un grupo de 150 “expertos” para toda la producción. En tres grupos de 50, recibieron un mini-curso de 3 horas sobre las formas sociales de 1912. Hockney llegó a producir un vídeo titulado “Etiqueta del Titanic: Guía del pasajero” que se proyectó ininterrumpidamente en los monitores de los camerinos. El empleo de un grupo reducido de extras para todas las escenas de masas tuvo, sin embargo, el inconveniente de que algunos finos observadores han descubierto a una misma persona cayendo del barco varias veces, o a un mismo figurante paseando en la misma secuencia en varias direcciones.
Al final de la producción, el retraso era considerable, y en las últimas dos semanas se trabajó a un ritmo frenético, con el director chillando a cada toma y empalmando quince días de trabajo, sin descansar sábados ni domingos. Para compensar, Cameron quiso tener un detalle, y la última noche, después de filmar las escenas de Nueva Escocia, obsequió con una cena a todo el equipo. Unos bromistas introdujeron PCP en la salsa que se sirvió con las almejas, y más de ochenta personas cayeron enfermas; algunas tuvieron que ser hospitalizadas con fuertes dolores e incluso alucinaciones. El actor Bill Paxton, uno de los secundarios más relevantes de la cinta, estuvo indispuesto las dos semanas siguientes. Afirmó que había sufrido más en ese tiempo que en los siete meses de rodaje.
Pugna por una canción
La producción terminó el 22 de marzo de 1997, tras 160 días de filmación (23 más de lo previsto inicialmente). De forma inmediata, James Cameron se puso a editar la película con el montador Conrad Buff. Hasta doce, catorce e incluso dieciséis horas diarias se pasaron en la moviola para dar forma y unidad a las 288 horas de filmación: más de 430 kilómetros de celuloide. Trataban de ganar tiempo y poder así estrenar en la fecha anunciada: el 4 de julio, día de la Independencia. Los ejecutivos de la Fox y de la Paramount vigilaban de cerca el trabajo de Cameron para asegurarse de que la cinta pudiera estar lista para esa fecha.
A principios de abril, y a la vista del retraso acumulado, comunicaron a los propietarios de los cines que una fecha más adecuada para el estreno podía ser el 18 de julio; y, una semana después, señalaron que tal vez el 25. Pero Harrison Ford, que estrenaba ese día su Air Force One y había hecho varias películas para la Paramount, presionó a los directivos de esta compañía para que retrasaran la fecha al menos otra semana más; y, en la tesitura de que Ford no volviera a trabajar con ellos, no tuvieron más remedio que ceder: el estreno se demoraba ya hasta al 1 de agosto. Mientras, Variety había publicado un artículo irónico, comentando la sensación de “progresivo hundimiento” que se cernía sobre Titanic.
La angustia que sentía Cameron en esos momentos es difícil de comprender. La película iba a costar al final 200 millones de dólares, un 66% más de lo presupuestado, y era ya conocida como “la Waterworld de 1997”. Ser la producción más cara de la historia no le beneficiaba en absoluto, sobre todo en un año en el que habían triunfado películas de presupuesto medio como Shine o El paciente inglés. En un gesto de dignidad, y al verse cercado por una posible hecatombe, Cameron comunicó a la Fox que rechazaba los ocho millones de su salario como director y su porcentaje de beneficios sobre la recaudación. Pero la Fox no aceptó ese gesto.
El 23 de mayo estuvo completa la primera edición de la película, tras dos meses de intenso trabajo. Mientras tanto, dieciocho casas especializadas habían empezado a elaborar los 550 efectos especiales de la cinta, pero era evidente que no iban a terminar antes de septiembre; así es que la Paramount comunicó ya oficialmente que Titanic se estrenaría en Navidad.
Desde hacía varios meses, se habían tomado también decisiones sobre la banda sonora. En un principio, James Cameron quería contar con Enya, e incluso pensó en utilizar parte de su música para el tráiler promocional. Pero Enya declinó la oferta, y el director, para sorpresa de muchos, ofreció ese trabajo a James Horner. Éste había hecho para Cameron la banda sonora de Aliens (1986), pero las tensiones entre uno y otro habían sido tan duras -tuvieron que crear buena parte de la música en solo dos semanas- que Horner acabó agotado y pensó que nunca más trabajarían juntos. De hecho, Cameron había buscado a otros compositores para sus siguientes películas: Alan Silvestri para Abyss y Brad Fiedel para Terminator 2 y Mentiras arriesgadas. Sin embargo, Cameron quedó tan impresionado del trabajo de Horner en Braveheart (1995) que decidió olvidar su anterior experiencia. El compositor se reunió con él a principios de febrero, y conocedor de las preferencias musicales de Cameron, decidió componer la música al estilo de Enya. De hecho, algunos críticos han señalado la gran semejanza de esta banda sonora con algunas canciones famosas de Enya; en particular, el tema principal de Un horizonte muy lejano (1992).
Titanic (1997), de James Cameron (parte 1)
Titanic (1997), de James Cameron (parte 2)
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