Titanic (1997), de James Cameron (parte 3): Preparativos del proyecto
Después de escuchar todos los detalles de la filmación, Cameron reveló al fin su secreto: quería hacer su película sobre el Titanic, y necesitaba que Al Giddings le ayudara a conseguir esos submarinos.
Nada más ver el documental de National Geographic, Cameron escribió unas breves notas de lo que podría ser una futura película; leídas ahora dan idea de lo perfilada que estaba ya aquella inspiración inicial: “Empieza la historia en el presente, con imágenes del barco hundido -tomadas desde un submarino- y con recuerdos de una superviviente que, de repente, se intercalan con imágenes muy vivas de la noche del hundimiento. Un crisol de valores humanos que afloran bajo una gran presión. Una certeza de lenta pero inminente fatalidad. Una clara división entre los hombres -condenados- y las mujeres y niños -salvados por la caballerosidad de la época. Momentos dramáticos de separación, heroísmo y cobardía, de civismo y animalidad… Necesita un misterio o una trama interesante que conduzca toda la historia”. El título provisional de ese borrador fue sencillamente Titanic.
Los encantos del fondo marino
Mientras dejaba reposar aquella idea primeriza, a James Cameron se le ocurrió que podría recrear la belleza del fondo oceánico en otro proyecto. Y el resultado fue Abyss (1989), una cinta rodada casi íntegramente bajo el agua, que capturó la magia de la vida submarina y le proporcionó fama internacional. Tras el estreno de esa cinta, en 1990 se involucró en nuevos proyectos (guion de Point Break, guion y dirección de Terminator 2) que verían la luz en el verano del año siguiente. Durante la primavera de 1992, mientras pensaba cuál podría ser su próxima película, puso una noche la televisión y volvió a ver con interés A night to remember, un filme que ya le había impresionado en su infancia. Dos días más tarde, le llegó una invitación de parte de su amigo Al Giddings para asistir al estreno de un documental que había fotografiado en 70 mm para pantalla gigante IMAX. El título le dejó K.O.: Titanic: Treasures of the Deep. El fantasma del barco legendario volvía a ocupar su cabeza.
Acudió al estreno del documental y se maravilló con las imágenes del buque hundido y las tonalidades de luz en las profundidades del océano. También atrajo su atención el trabajo de unos hombres en el interior de un sumergible, el Mir 1, que el reportaje incluía junto a las tomas del barco. Giddings había sido el director de fotografía de Cameron en Abyss: juntos habían filmado entre diez y doce horas diarias bajo el agua durante casi cinco meses, por lo que se conocían muy bien. Por eso, al terminar la proyección, y obviando la cena de compromiso que seguía al acto, Cameron buscó a su viejo amigo y se lo llevó a cenar a un restaurante. Hablaron durante horas de aquel documental. Cameron quiso saber cómo habían rodado todas las escenas submarinas, y Giddings le habló de los dos submarinos rusos, Mir 1 y Mir 2, que albergaba el buque oceanográfico Akademik Mstislav Keldish, en Moscú. Después de escuchar todos los detalles de la filmación, Cameron reveló al fin su secreto: quería hacer su película sobre el Titanic, y necesitaba que él le ayudara a conseguir esos submarinos.
Convertido en co-productor de la cinta, y tras cuatro meses de gestiones, Giddings voló con Cameron hasta la capital rusa en agosto de 1992 para entrevistarse con Anatoly Sagalevitch, director del programa del Instituto Shirshov de Oceanografía y propietario del Keldysh. En todo el mundo solo había cinco submarinos capaces de bajar y rodar a 4.000 metros de profundidad. Descartado el Alvin -que por su antigüedad no estaba en condiciones de bajar otra vez hasta el Titanic-, quedaban el Nautile francés, el Shinkai japonés, los dos sumergibles rusos y el Seacliff americano; pero este último no podía utilizarse para fines comerciales y los dos primeros solo podían emplearse en condiciones muy restringidas. En cambio, tras la caída del muro, las naves y los submarinos soviéticos se alquilaban a precio de saldo. Y como necesitaba dos (uno para rodar y el otro para verse en imagen), Cameron acudió a esa entrevista bien preparado, sabiendo que allí estaba una gran baza de su película. Convenció a Sagalevitch del interés del proyecto y le hizo ver la promoción que su película podía proporcionar a las investigaciones oceanográficas. Incluso le aseguró una breve aparición en las secuencias iniciales. La respuesta tardó en llegar, pero unas semanas más tarde, y previo acuerdo sobre las tarifas, el director tenía ya asegurados sus dos submarinos.
El filme se pone en marcha
Durante el año 1993, Cameron estuvo implicado en el guion, dirección y producción de Mentiras arriesgadas, así como en la promoción tras el estreno. Pero a partir del verano de 1994 ya solo tuvo en mente un proyecto: Titanic.
Una de las primeras decisiones que tomó James Cameron fue contratar a Rae Sanchini como productora ejecutiva. Había trabajado con ella en Terminator 2, y sabía de su eficacia y capacidad de gestión. Poco después, fichó a su hermano Mike Cameron, ingeniero aeroespacial, para desarrollar un sistema de filmación exterior al submarino que pudiera dirigirse desde la nave y meterse por ventanas y escotillas y que gozara de una amplísima movilidad: 325º en horizontal y 175º en vertical; todo ello, a 4.000 metros bajo el nivel del mar, con una presión de 400 atmósferas.
Titanic (1997), de James Cameron (parte 1)
Titanic (1997), de James Cameron (parte 2)
Titanic (1997), de James Cameron (parte 4)
Titanic (1997), de James Cameron (parte 5)
Titanic (1997), de James Cameron (parte 6)
Titanic (1997), de James Cameron (parte 7)
Titanic (1997), de James Cameron (parte 8)
Titanic (1997), de James Cameron (parte 9)
Titanic (1997), de James Cameron (parte 10)
Suscríbete a la revista FilaSiete