Azul, Blanco, Rojo. Kieslowski en busca de la libertad y el amor

Muchas pistas para pasear con calma por el cine de un hombre inquieto

Azul, Blanco, Rojo. Kieslowski en busca de la libertad y el amor

Azul, Blanco, Rojo. Kieslowski en busca de la libertad y el amor. El autor de esta importante monografía sobre el director polaco fallecido en 1996 detecta una paradoja en la trayectoria del responsable de Azul, Blanco y Rojo. «Ciertamente su gloria apenas duró un lustro, pero -como se dice en La doble vida de Verónica– hay estrellas que brillan con el doble de intensidad, y por eso su duración es menor. Eso es lo que a él le sucedió: llevaba pocos años haciendo cine de ficción, y sólo triunfó cuando Francia le acogió y respaldó en Cannes, con el premio concedido a No amarás. Sin embargo, ese buen cine latía ya en su producción como documentalista en su Polonia natal. Ahí está el germen de su idea de lo que debe ser el cine, su modo de entender la vida, y también una estética que lógicamente evolucionará e irá cogiendo madurez hasta culminar en Tres colores. Eso es precisamente lo que he querido reflejar en el libro: cómo su experiencia personal se plasmó en su cine y cómo éste es el resultado de una búsqueda vital, con sus dudas, luchas y desencantos. Al final abandonó porque creyó que había dicho todo lo que tenía que decir».

Rodríguez Chico (Gijón, 1964), historiador y master en Historia y Estética de la Cinematografía por la Universidad de Valladolid, que ejerce también la crítica cinematográfica en diversos medios, nos ofrece una reflexión aguda y sugerente sobre las claves antropológicas y estilísticas de uno de los más destacados representantes de la Escuela de Cine de Lodz, en la que también se formaron otros pesos pesados como Wajda,Polanski y Zanussi.

Para Rodríguez Chico la propuesta cinematográfica de Kieslowski representa una visión del mundo de un artista «con un sentido de la responsabilidad y de la honestidad muy arraigados, siempre muy respetuoso con todos, incluso hasta el escrúpulo. Por ejemplo, abandonó el documental -entre otros motivos- porque estimó que al grabar la vida real de sus protagonistas podía estar invadiendo el terreno de su intimidad, a la vez que podía perjudicarles en su vida al comprometerles en su vida pública. Y ese mismo sentimiento de respeto a la persona afecta también a su modo de entender la vida. Lo suyo era plantear preguntas por medio de casos concretos e imágenes llenas de fuerza dramática, pero se negaba a dar respuestas, también porque admitió no haberlas encontrado en su vida. Había experimentado en sus carnes esas imposiciones ideológicas, y rechazaba cualquier doctrina que viniese de fuera. Por eso, decía que cada espectador debía encontrar sus respuestas, y que su cine debía tener un carácter abierto y de cierta ambigüedad: no hay happy end, sencillamente porque la vida no se puede estancar».

Las páginas de la cuidada edición de este libro contienen muchas pistas para pasear con calma por el cine de un hombre inquieto, muy influído por Ingmar Bergman y Albert Camus, admirador de Tarkovski y del primer Bresson y del Rohmer de los cuentos morales. Un magnífico libro, de una profundidad nada frecuente en el panorama editorial español, que va muy lejos en el análisis material y se queda corto en el formal. De seguro, interesará a estudiosos y buenos espectadores de ese «cine de inquietud moral» y primoroso acabado formal del que Kieslowski es un representante señero.

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Julio Rodríguez Chico. Ediciones Internacionales Universitarias,  2004. 328  páginas.

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