Cary Grant. El capricho de las damas es un libro divulgativo pero que no se queda en el comentario superficial.
Cary Grant. El capricho de las damas | Ni se llamaba Cary ni se apellidaba Grant. Archibald Alexander Leach (1904-1986) no era un gentleman, ni siquiera era estadounidense a pesar de ser una de las grandes figuras de la comedia norteamericana junto con Claudette Colbert, Barbara Stanwyck, Katherine Hepburn o James Stewart.
Huyó de un hogar de clase media inglesa con su madre camino de un manicomio y su padre más pendiente de futuras relaciones conyugales que de su propio hijo. Por estos motivos se puede decir que Cary Grant es puro cine, engaño perfecto, espejismo de una realidad inmaculada a 24 fotogramas por segundo. Nadie como él vestía un buen esmoquin, se ajustaba los gemelos y tintineaba los hielos de un whisky mientras era capaz de decir la frase más redonda de la noche. Quizás por eso nunca le dieron un Oscar, no había minusvalía ni trauma que tuviese que exagerar. Como bien dice Guillermo Cabrera Infante en el prólogo del libro, Cary Grant es uno de los tres grandes tesoros que Inglaterra ha aportado al cine junto con Charles Chaplin y Alfred Hitchcock.

Como es habitual en esta editorial, las excelentes fotografías del libro (425 ni más ni menos) reflejan una carrera brillante de uno de los grandes actores de la edad dorada del cine. Los comentarios acertados de Lluis Bonet, crítico de cine de La Vanguardia, repasan sus películas con los grandes directores de Hollywood como Howard Hawks (La fiera de mi niña, Sólo los ángeles tienen alas), Leo McCarey (La pícara puritana, Tú y yo), Alfred Hitchcock (Encadenados, Con la muerte en los talones), George Stevens (Gunga din, Serenata nostálgica), Stanley Donen (Charada) o Frank Capra (Arsénico por compasión).
Cary Grant. El capricho de las damas es un libro divulgativo pero que no se queda en el comentario superficial. Los amantes del cine y la interpretación descubrirán matices interesantes de la grandeza de una forma de actuar elegante y sutil, aparentemente sencilla y descomplicada. Es la forma de ser de los grandes mitos del cine, que carecían de método pero les sobraba naturalidad para andar (Henry Fonda), cabalgar (John Wayne), encender un cigarrillo (Humphrey Bogart)… Es difícil ver esa naturalidad en el cine actual, donde cada vez hay más actores marcados por el modelo de interpretación carismática y freudiana de Brando, Pacino o De Niro.
Cary Grant es un molde irrepetible, pero su figura se agiganta con el paso de los años gracias a una filmografía envidiable en la que hay un número importante de obras maestras. Y es que este elegante actor supo envejecer como pocos. Prueba de ello es el milagro de Charada o Con la muerte en los talones, películas en las que era capaz de hacer creíble un romance con Audrey Hepburn (a la que casi doblaba en edad), y de hacer de hijo de Jessie Royce Landis (actriz sólo 8 años mayor que el galán favorito de Hitchcock).
Muchos han sido los actores que han intentado imitar el estilo de Grant, desde Tony Curtis a Hugh Grant o George Clooney. Este último quizás haya sido el más cercano al molde gracias a su magnífica voz, lo matizado de sus interpretaciones y la enorme dignidad que infunde en todos sus personajes.
Cary Grant. El capricho de las damas. Lluis Bonet. T&B Editores. Madrid, 2004. 384 páginas
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