Buena parte de la cinefilia actual coincide en considerar que el cine con mayúsculas se hace entre el final de la década de los 30 y mediados de los 60. En estos años aparecen y desaparecen directores incuestionables como Alfred Hitchcock, John Ford, Fritz Lang, Billy Wilder, Carl Dreyer, Howard Hawks, etc. Con la llegada de los 70 el cine sufre una importante crisis motivada por la llegada de la televisión y la decadencia de las grandes productoras de Hollywood. Desde entonces hay pocos directores y películas que la crítica haya alabado unánimemente. Del grupo de barbudos de zapatillas, gorra y pantalón vaquero que en su mayoría aprendieron cine y compartieron amistad en la UCLA (Scorsese, Coppola, Lucas, Spielberg, Kubrick, etc.) sobresale un nombre y una película incuestionable: el del barbudo director italoamericano y su díptico sobre la familia Corleone.
Francis Ford Coppola nació en uno de los años dorados del cine: 1939. El mago de Oz, Lo que el viento se llevó, La diligencia, La regla del juego o Caballero sin espada se proyectaban a la vez que, junto a Coppola, venían al mundo otros nombres propios del cine de los 70 como Peter Bogdanovich (con el que Coppola compartirá productora) o Michael Cimino.
Con una carrera irregular, Coppola es el director “intocable” de todo el cine que se hizo después de El hombre que mató a Liberty Valance (1965). Gracias fundamentalmente a las dos primeras partes de El padrino (1972 y 1974), Coppola goza de un status de maestro incuestionable, como el que tuvo en su día Orson Welles. Esta comparación (no es mía sino del autor del libro) explica su carrera: brillante pero traumática, plagada de éxitos rotundos y de sonoros batacazos.
Ángel Comas explica con precisión el momento de crisis que sufre el cine en los 70 y la relevancia de la llegada de Coppola. La descripción que hace de este director es atinada al reflejar su condición de artista visionario abocado en los últimos casi treinta años a la quiebra (Corazonada) o a la impersonalidad de trabajos alimenticios (Jack o Legítima defensa).
Sin embargo, en el libro se echa de menos un estudio más pormenorizado de su estilo cinematográfico (resulta muy superficial y tópico el capítulo dedicado a El padrino, en principio la parte fundamental del libro). Al final nos encontramos con la sensación de que Comas se ha centrado demasiado en el fondo de sus películas y en la propia personalidad del artista (muy bien definida en los capítulos iniciales), más que en la forma de hacer cine de este genial director.
Evidentemente es un libro breve, y hay que reconocer que el autor, aún reduciendo el enfoque, sabe dar luz y profundidad a aspectos esenciales de la filmografía de Coppola.
Ángel Comas. TyB Editores. Madrid, 2007. 254 páginas. Precio: 18 €
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