Coppola

El hombre que mató a Liberty Valance (1962, John Ford)

Buena parte de la cinefilia actual coincide en considerar que el cine con mayúsculas se hace entre el final de la década de los 30 y mediados de los 60. En estos años aparecen y desaparecen directores incuestionables como Alfred Hitch­cock, John Ford, Fritz Lang, Billy Wilder, Carl Dreyer, Howard Hawks, etc. Con la llegada de los 70 el cine sufre una importante crisis motivada por la llegada de la televisión y la decadencia de las grandes productoras de Hollywood. Desde entonces hay pocos directores y películas que la crítica haya alabado unánimemente. Del grupo de barbudos de zapatillas, gorra y pantalón vaquero que en su mayoría aprendieron cine y compartieron amis­tad en la UCLA (Scorsese, Coppola, Lucas, Spielberg, Ku­brick, etc.) sobresale un nombre y una película incuestionable: el del barbudo director italoamericano y su díptico sobre la familia Corleone.

Francis Ford Coppola nació en uno de los años dorados del cine: 1939. El mago de Oz, Lo que el viento se llevó, La diligencia, La regla del juego o Caballero sin espada se proyectaban a la vez que, junto a Coppola, venían al mundo otros nombres propios del cine de los 70 como Peter Bogdanovich (con el que Coppola compartirá productora) o Michael Cimino.

Con una carrera irregular, Coppola es el director “intocable” de todo el cine que se hizo después de El hombre que mató a Li­berty Valance (1965). Gracias fundamentalmente a las dos primeras partes de El padrino (1972 y 1974), Coppo­la goza de un status de maestro incuestionable, como el que tu­vo en su día Orson Welles. Esta comparación (no es mía sino del autor del libro) explica su carrera: brillante pero traumática, plagada de éxitos rotundos y de sonoros batacazos.


Ángel Comas explica con precisión el momento de crisis que sufre el cine en los 70 y la relevancia de la llegada de Coppo­la. La descripción que hace de este director es atinada al reflejar su condición de artista visionario abocado en los últimos casi treinta años a la quiebra (Co­razonada) o a la impersonalidad de trabajos alimenticios (Jack o Legítima defensa).

Sin embargo, en el libro se echa de menos un estudio más pormenorizado de su estilo cinematográfico (resulta muy superficial y tópico el capítulo dedicado a El padrino, en principio la parte fundamental del libro). Al final nos encontramos con la sensación de que Comas se ha centrado demasiado en el fondo de sus películas y en la propia personalidad del artista (muy bien definida en los capítulos iniciales), más que en la forma de hacer cine de este genial director.

Evidentemente es un libro breve, y hay que reconocer que el autor, aún reduciendo el enfoque, sabe dar luz y profundidad a aspectos esenciales de la filmografía de Coppola.

Ángel Comas. TyB Editores. Madrid, 2007. 254 páginas. Precio: 18 €

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