John Ford. El hombre y su cine
· John Ford. El hombre y su cine. Era tal su sabiduría fotográfica que era capaz de adivinar lo que ofrecía el visor de la cámara con sólo preguntar al operador por el objetivo empleado.
John Ford. El hombre y su cine | «Me llamo John Ford y hago westerns». Así solía presentarse en sociedad este maestro del séptimo arte y poeta de la gran pantalla. Cuando a Orson Welles le preguntaban por sus tres directores favoritos solía sorprender con la siguiente enumeración: John Ford, John Ford y… John Ford. Y no deja de ser extraña la confesión del director de Ciudadano Kane, pues su barroquismo cinematográfico es lo más opuesto a la pureza clásica de Ford, aunque todos sabemos que Welles visionó repetidas veces La diligencia antes de acometer su obra maestra.
Sobre Ford han escrito muchos autores (Bogdanovich, Tavernier, Mitry, etc.), pero era necesario que para abordar la ardua tarea de penetrar en ese personaje tan enigmático lo hiciera una persona que compartía con él su origen irlandés y también su talante humanista, su gran sensibilidad poética, y su amor por las pequeñas historias que se engrandecen al plasmarlas en celuloide. El resultado es un libro excelente, una completa y prolija biografía del director de Las uvas de la ira.
Con más de cien películas en su haber, John Ford, de origen irlandés, aunque nacido en EE.UU., católico (con influencias agustinianas), influido por Murnau (asistió al rodaje de Amanecer) y seguidor de Renoir, se convirtió en el guía indiscutible de muchos cineastas. Su talante poético se plasma en esos planos perfectamente compuestos a pesar -o tal vez gracias a eso- de su sencillez.
Una simplicidad clásica que le permitía, incluso, prescindir del storyboard y le liberaba de la necesidad de mirar por el visor de la cámara (era tal su sabiduría fotográfica que era capaz de adivinar lo que ofrecía el visor de la cámara con sólo preguntar al operador por el objetivo empleado).
Gallagher no elude hablar del fuerte carácter de John Ford, de su adicción al alcohol y de otros aspectos de su vida. No oculta este libro la fe religiosa del realizador (solía usar un rosario y fue atendido por sacerdotes durante toda su vida), aunque también muestre sus debilidades.
El autor ofrece algunos análisis fílmicos memorables, acompañados con abundantes fotos, de algunas de las mejores escenas de las mejores cintas rodadas por Ford: La diligencia, ¡Qué verde era mi valle!, Centauros del desierto o El hombre que mató a Liberty Balance. Tampoco duda Gallagher en romper con tópicos muy arraigados en la historia del cine, como el que asegura que es Ciudadano Kane el primer film que utiliza creativamente la profundidad de campo, y para refutarlo muestra ejemplos concretos en los que Ford emplea este recurso óptico con gran destreza, y muchos años antes de que Orson Welles pusiera el pie en un plató de cine.
No podían faltar en esta biografía enciclopédica referencias a las personas que ayudaron de modo inapreciable a Ford en el inicio de su carrera, sobre todo su hermano Francis, del que tanto aprendió y que solía aparecer en pequeños papeles en muchas de sus películas. Y cuando parece que el libro acaba, nos brinda el autor una excelente conclusión en la que aborda los métodos de trabajo de Ford (dirección de actores, fotografía, escritura de guiones, encuadre y montaje, el héroe fordiano, la comunidad y familia…) y un extenso apéndice con toda su filmografía y una serie de proyectos no realizados.
Juan José Muñoz
Tag Gallagher. Akal. Madrid, 2009 . 768 páginas
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