
La hipótesis del cine | Hace veinte años, el gobierno francés impulsó un audaz plan educativo destinado a bregar contracorriente. Consistía en implantar la enseñanza artística en todos los ciclos y modelos escolares, concediendo más relieve y autonomía al cine. Así, subrayando la docencia con imprescindibles pasajes fílmicos organizados por edades; complementando la teoría con una praxis rotatoria garante de la participación de cada alumno en el proceso creativo; implicando a profesionales del gremio cinematográfico como eventuales docentes de apoyo, instalando videotecas disponibles en y tras horario lectivo, etc. El programa continúa, pero menoscabado por los inestables designios políticos.
Jack Lang, ministro de Educación responsable del proyecto, coordinado con la ministra de Cultura, Catherine Tasca, encargó la dirección del mismo a Alain Bergala (1943), quien aceptó el reto en el curso 2000/2001. Profesor universitario, cineasta y jefe de redacción de Cahiers du Cinéma durante doce años, parte de su prestigio también estriba en su labor pedagógica, de la que La hipótesis del cine es modelo.
Este ‘tratado sobre la transmisión del cine en la escuela y fuera de ella’ (según reza el subtítulo), recoge en menos de doscientas páginas una elaboración sistemática de sus ideas y propuestas, en torno a una trascendental cuestión, agravada por la creciente crisis educativa. En efecto, transcurrido siglo y cuarto desde la creación del cine, seguimos malbaratando la potencia formativa de tan vasto patrimonio.
Bergala parte de una premisa radicada en el pleno respeto: el cine es, puede ser un arte. Otra virtud. El bendito (pero frágil) vínculo infancia-cine, humus a su vez de la ‘pedagogía de la transmisión’, cuyo paradigma es (en la línea de Daniel Pennac) el profesor vocacional, aquí implicado guía o pasador, amante del medio, consciente de su responsabilidad. El autor refuerza esta dinámica nuclear del proceso educativo planteando una ‘pedagogía de la creación’, articulada en prácticas directrices propiciadoras del trabajo e implicación individual y grupal de los alumnos. De ahí sus atinadas críticas a la estafa pedagógica del aprendizaje divertido y sin esfuerzo. Muy valiosa es también la permanente advertencia implícita de que las artes resultan tanto más necesarias, cuanto mayor es su relegación (hoy, también vía ‘revolución digital’) en el seno de la civilización que contribuyen a configurar.
Ahora, algunas objeciones a esta arriesgada propuesta con vocación de rompehielos. ¿Es el arte ‘germen de anarquía, escándalo y desorden’, como se asevera al inicio del texto? Gruesas palabras para un discurso temperado por el equilibrio y la sensatez. Más. ¿Es cabal plantear una asignatura voluntaria, difícil de encajar en el siempre ceñido horario lectivo y para cuya docencia se contempla la posibilidad de emplear profesores no especializados en la materia?
Por lo demás, la excesiva celeridad del devenir tecnológico merma la actualidad de un libro más coetáneo del soporte audiovisual físico que de la virtualidad digital, hoy en expansión. De ahí que el entusiasmo de Bergala por el DVD didáctico, le lleve a anteponerlo como autosuficiente ‘objeto cultural’, al insustituible rol del docente, en patente contradicción con su apología del maestro cinéfilo. Ejemplo de tal modelo didáctico es la reciente serie documental Women Make Film (2018), de Mark Cousins, trabajo tan meritorio como discutible, dado su militante y oficialista alegato ideológico.
Se echan en falta, en fin, propuestas sobre la preparación de un profesorado necesitado de amplios recursos humanos y cualificación, para impartir una asignatura tan recreativa.
La hipótesis del cine. pequeño tratado sobre
la transmisión del cine en la escuela y fuera de ella
Alain Bergala
Laertes. Barcelona (2007)
206 páginas. 16 €