Mi vida y mi cine, de Jean Renoir

Lectura imprescindible para cinéfilos y buscadores (profesionales o aprendices) de territorios creativos estables

Mi vida y mi cine, de Jean Renoir

· Mi vida y mi cine | Segundo hijo del pintor impresionista Pierre-Auguste Re­noir, Jean fue padrino creativo de teóricos y divulgadores cinematográficos, de la trascendencia de André Bazin.

Mi vida y mi cine, de Jean Renoir
Mi vida y mi cine, de Jean Renoir

Lectura imprescindible para cinéfilos y buscadores (profesionales o aprendices) de territorios creativos estables: di­rectores, guionistas, actores, técnicos, productores, historiadores del cine, críticos o docentes de todos ellos.

Jean Renoir (1894-1979) es, me parece, el mejor cineas­ta francés de siempre y una de las brújulas ineludibles de la historia del cine. Ya retirado, escribió esta autobiografía pu­blicada en 1974, parte esencial de su legado, junto a to­da su filmografía y otro libro anterior, Renoir, mi padre.

El sencillo y sustancioso prefacio de François Truffaut en Mi vida y mi cine es un aperitivo idóneo para sumergirse en el relato de Renoir, un recorrido existencial de tal entidad, que me atrevo a decir (Truffaut me perdone) apenas habría necesitado pre­sentación.

Segundo hijo del pintor impresionista Pierre-Auguste Re­noir, Jean fue padrino creativo de teóricos y divulgadores cinematográficos, de la trascendencia de André Bazin. Ello le convierte a su vez en raíz y faro de Cahiers du Cinéma, ese hervidero cinéfilo, creativo e intelectual fundado y ca­talizado por el propio Bazin. Dicha contigüidad explica tam­bién la característica virtud didáctica de Renoir, tan ha­bitual entre artistas e intelectuales galos.

Veterano de la Gran Guerra, culto, afable y bon vivant, fue un gran precursor. Uno de los primeros, junto a Griffith, Flaherty, Ford, Sjöström… en ver el singular poder del ci­ne para patentizar el atávico misterio de los elementos na­turales, rodando en exteriores y, nacido ya el sonoro, con sonido directo. Los miembros de la Nouvelle Vague se vieron así legitimados por el magisterio de Renoir para propugnar su expansiva extraversión, antídoto contra un cine francés en riesgo de languidecer en estudios y platós. De ahí su dedicatoria inicial a esos realizadores, «cuyas preocupaciones son también las mías».

El parisino ofrece una profunda y útil rememoración de su propio periplo vital y profesional, a través de cuaren­ta y nueve capítulos breves organizados en función de su simiente, germinación y cosecha personal. En tono de anecdotario, describe así personas, acontecimientos y ex­periencias personales que desde la infancia contribuyeron a su conformación y crecimiento como artista.

Entretanto, Renoir habla a la dimensión permanente del ser humano, intercalando opiniones, argumentos y reflexiones de gran valor y actualidad, en torno a un amplio es­pectro de asuntos: autoría, dirección, guión, adaptación, in­terpretación actoral, cámara, plano, encuadre, doblaje, so­nido, financiación, cine ‘comercial’, espectador, ‘industria’ cinematográfica, guerra, decadencia, amistad, estética, identidad y despersonalización, eficacia técnica y obse­sión por la perfección, Nueva York, Hollywood, India…

Según esto, son indispensables capítulos como “Un actor llamado Charlot”, “D.W. Griffith”, “Catherine”, “En busca de una gramática”, “La amistad, ¿Es el cine un arte?”, “Del mudo al sonoro”, “El espíritu y la letra”, “Albert Pinkévitch”, “Formar parte de un todo”, “Cuanto más cambian las cosas”, “El artificial triunfo de la verdad interior”, “Limelight”, “La difunta nación” y un provechoso etcétera.

La traducción de Rafael del Moral desvela al buen escritor con palabras que también fue Renoir, capaz de revelar su honda sabiduría, sencillez y joie de vivre, sin recurrir a alar­des formales. Otro reflejo de sí y de su obra.

Desorientados entre marañas relativistas y escépticas, es un privilegio contar con un artista fílmico como Renoir, guía curtido para explicar y responder con amenidad a los por­qués conceptuales y los cómos de su praxis creativa. El mo­do de relatar en imágenes, según él es clave para conferir personalidad, estilo y distinción a lo narrado. Es decir, no importa tanto qué se narra, cuanto cómo se narra: la for­ma ha de ser el fondo, acceso a la verdad interior. He ahí una serie de claves demostrativas de que todo es importante, nada indiferente.

Mi vida y mi cine
Jean Renoir. Traducción: Rafael del Moral
Akal. Madrid (2011)
336 páginas. 20 €

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