· Jon Solomon realiza en Peplum un detallado estudio en un género donde lo que se exige es impresión y atmósfera, no precisión histórica.
Pasados ya sus años más gloriosos, el cine de época aún cuenta con numerosos aficionados. Apenas tenemos hoy en día algunos ejemplos, como pueden ser las películas de animación de la Disney (Hércules, 1997) y de Dreamworks (El príncipe de Egipto, 1998) o la más reciente Gladiator (2000); no obstante, durante años ha sido un cine muy popular y sinónimo de gran espectáculo. Quizá se tratara la primera y mejor baza que esgrimieron las salas de cine contra la televisión, cuando la pequeña pantalla apareció en escena.
Fue un género que nació con el mismo cine, con -entre otras- Los últimos días de Pompeya (1900), la primera versión de Ben-Hur (1907) o Intolerancia (1916) de D. W. Griffith. Películas que recibieron una gran respuesta del público al ser «la antigüedad» una materia de éxito en los ámbitos teatrales, literarios y educativos de finales del siglo XIX.
Como Peplum se suele denominar a las películas de romanos, pero no sólo a éstas. El nombre se ha generalizado también a las basadas en la mitología griega, el Antiguo Testamento, la vida de Cristo, Babilonia, Egipto, Persia y el Antiguo Oriente. En total, unos 400 títulos.
Jon Solomon es profesor de Clásicas de la Universidad de Arizona, y realiza un detallado estudio en un género donde lo que se exige es impresión y atmósfera, no precisión histórica; aunque, justamente, las películas de mayor éxito son las que muestran el mismo respeto por el público que paga su entrada como por el legado de la humanidad. Estas producciones debían encontrar un difícil equilibrio entre la realidad, el efecto dramático y el sentido del espectáculo. Por el contrario, algunas películas que buscaron la autenticidad histórica por encima de todo pueden llegar a resultar aburridas, como por ejemplo Sodoma y Gomorra (1963); y, por otra parte, tampoco hace falta llegar a la total imprecisión histórica como en Salomón y la reina de Saba (1959).
El autor también se detiene a mostrar la influencia de lo clásico en películas actuales de corte muy distinto. Todo el mundo recuerda el famoso carpe diem de Horacio de El club de los poetas muertos (1989), o el quid pro quo de El silencio de los corderos (1990).
Solomon hace un repaso al género, en especial a algunas de sus joyas: el espectacular Ben-Hur (1959), de William Wyler, la grandiosa Los diez mandamientos (1956,) de Cecil B. DeMille, la ruinosa y turbulenta Cleopatra (1963), de Joseph L. Mankiewicz, o el Espartaco (1960) del perfeccionista Kubrick. También hace un amplio acercamiento a películas menos logradas, cintas de la serie B de escaso presupuesto, normalmente rodadas en Italia con nombres del tipo El hijo de Espartaco (1960) o Los siete gladiadores (1983), que hicieron las delicias de muchos espectadores en aquellas famosas sesiones dobles. Pasando también por las películas hechas para televisión, como el Jesús de Nazareth (1977) de Zefirelli, el Yo Claudio (1976) de la BBC, o Masada (1981).
Peplum. El mundo antiguo en el cine
Jon Solomon
Alianza Editorial. Madrid, 2002
368 páginas. 35,00 €