Mujercitas: vestuario, estética y moda
Mujercitas: vestuario, estética y moda | El film ha creado una estética a lo largo de estos 150 años desde la publicación de la novela. Una estética que no parece haber pasado a mejor vida dentro del efímero y rápido mundo de la moda.
En el año 2018 se cumplieron los 150 años de la publicación de la novela juvenil Mujercitas, de Louisa May Alcott (Little Women, 1868). En este siglo y medio, la vida de estas cuatro hermanas ha acompañado a muchas generaciones que han devorado las páginas de la novela, con la ilusión de ser como Jo y su carácter temperamental, como Meg y sus consejos de hermana mayor, como la pizpireta Amy y su gracia natural o como la tímida y bondadosa Beth.
Mujercitas es una historia universal. Quizá por eso sigue siendo un éxito de la literatura juvenil. En la saga de Harry Potter (J. K. Rowling, 1997-2007), el protagonista se enfrentaba a un mago tenebroso; en libros escritos por la inglesa Enid Blyton, como la colección de Los Cinco (E. Blyton, 1943-1963) o Los siete secretos (E. Blyton, 1949-1963), los personajes se veían envueltos en misteriosas tramas de aventuras; y muchos de nosotros acompañamos entusiasmados a Bastian y a Atreyu mientras leímos La historia interminable (Michael Ende, 1979). Sin embargo, las hermanas March nos son cercanas. En sus páginas leemos el día a día en la vida de unas adolescentes que nos muestran la timidez, el orgullo, la vanidad, el temperamento, la sencillez, la bondad, la generosidad, etc. En definitiva, pecados y virtudes con los que podemos identificarnos, con los que alguna vez nos hemos topado, contra los que luchamos, dentro de un marco en el que no pasa nada, tan solo el crecer y el curso de la vida. Todo ello envuelto en un ambiente cálido, en una casa familiar donde el respeto por los demás y por la naturaleza es lo más importante y donde se nos muestra la vida apacible y familiar en Concord, Massachusetts.
Si analizamos la obra de Greta Gerwig, no resulta extraño que realice la nueva adaptación al cine de la novela de Alcott. Esta cineasta nacida en Sacramento comenzó su carrera cinematográfica como actriz de la mano del Mumblecore, un subgénero del cine independiente inspirado en la forma de producción de la Nouvelle Vague. De esta época destaca Frances Ha (Noah Baumbach, 2012), película con algún tinte biográfico de la vida de Gerwig. Actriz y personaje son de Sacramento, ambas se van a estudiar a Nueva York, movidas por la vida intelectual de Manhattan y los padres de la protagonista son los padres reales de Gerwig. Lo mismo ocurre con su segunda película como guionista y como directora, Lady Bird (Greta Gerwig, 2017). Recogiendo detalles de su vida en el instituto y de su juventud en Sacramento, la cineasta elabora una honesta historia sobre la relación de una joven de 17 años y su madre. Fue, precisamente, la madre de Greta Gerwig la que le recordó que ella misma había interpretado a Jo March en una obra teatral del colegio.
Con Mujercitas, la actriz, directora y guionista vuelve a su infancia dirigiendo la cuarta versión cinematográfica que se ha hecho de la novela. Curiosamente, cuando empezó la producción, Gerwig tenía los mismos años que Alcott cuando ésta última escribió la novela, y parece que a ambas les funciona la fórmula de escribir sobre su experiencia personal y sobre ellas mismas.
Con la película de Greta Gerwig parece consolidarse una estética y un concepto dentro del mundo de la moda muy ligado a las hermanas March, el de la feminidad. Mujercitas, además de ser una novela de referencia para miles de jóvenes alrededor del mundo, ha creado una corriente en la moda que aún perdura. Los trajes, peinados, las flores, las cestas de mimbre, los estampados, los tejidos, incluso el mobiliario, han sido imitados y reinventados durante años.
En la primera adaptación a la gran pantalla, la versión de George Cukor (Little Women, 1933), el vestuario se cuidó hasta el más mínimo detalle, gestándose una estética que continuaría en las versiones posteriores. El responsable de esto fue Walter Plunkett, uno de los diseñadores de vestuario más importantes de la historia del cine, modista de películas como Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1939), Cantando bajo la lluvia (Stanley Donen, 1952) o Un americano en París (Vicente Minelli, 1951), por la que ganó el premio de la Academia. El diseñador trabajó a fondo para dotar a cada hermana de una personalidad diferente, pero reutilizando las mismas telas y prendas para todos los vestidos, reflejando, de esta forma, la pobreza de las hermanas y las combinaciones en sus ropas que éstas podían hacer. En palabras de Cukor: «Walter Plunkett diseñó la ropa con un gran sentido de la familia: las chicas eran pobres pero de elevado espíritu, y se arregló para que una de ellas vistiera con un vestido en cierto momento, y luego otra hermana tomara prestada una falda y una chaqueta, y así sucesivamente». Al vestir a Jo, interpretada por Katherine Hepburn, la actriz pidió al diseñador que para su personaje confeccionara un vestido copiado de su abuela materna.
La siguiente versión cinematográfica llegaría de la mano de Mervyn LeRoy (Little Women, 1949). De nuevo, Walter Plunkett se encargaría de diseñar los trajes para la película. Si en 1933 el diseñador quería dejar patente que las hermanas compartían la ropa haciendo diferentes combinaciones con las prendas, aquí se ve claramente la condición de los March, dónde se reutilizan los trajes. Al final de la película, en una de las últimas escenas en las que aparece la pequeña Beth (Margaret O’Brien), ésta viste con el mismo vestido que lleva Jo (June Allyson) al principio de la cinta. Plunkett era muy detallista y observador y, a través de su trabajo, podemos saber más, no solo de los personajes, también de la historia que nos están contando. En ambas películas los estampados de cuadros, los lazos, las muselinas que describe la autora en la novela, las camisas, los delantales, los colores intensos como el azul, el amarillo y el verde, las flores y los sombreros de paja son elementos que resaltan la feminidad de las niñas, reflejando la pureza, la sencillez, la elegancia, la bondad y la alegría de las hermanas, pero sin perder la esencia de cada una de ellas. De esta forma, Meg lleva vestidos más finos, Jo más toscos, Amy más elegantes y Beth más sencillos.
El trabajo visual de la película de LeRoy se completa con la dirección de arte de Cedric Gibbons, ganador de once premios Oscar, entre los que se encuentra el otorgado por su trabajo en la adaptación del libro de Alcott. El salón de Orchard House (la casa donde vive la familia March), las habitaciones de las hermanas, el palacio del señor Lawrence, el sótano dónde Jo escribe sus historias y los elementos decorativos como los libros, las vajillas, el frasco de colonia que compra Amy, el piano de Beth, incluso la comida, crean un espacio en perfecta armonía con la situación en la que viven los personajes y su forma de ser. Espacios sencillos, de colores cálidos, llenos de vida, que invitan al calor del hogar.
Hasta 1994 no llegaría una nueva adaptación al cine de Mujercitas. Esta tercera versión, dirigida por Gillian Armstrong, contaba con Colleen Atwood en el diseño de vestuario, otra de las figuras más importantes dentro del mundo del vestuario cinematográfico. De la misma forma que Plunkett describió a las cuatro hermanas a través de los trajes, Atwood quiso crear una cálida gama de colores y dar un tono hogareño a través de los trajes, sin olvidarse de la personalidad de los personajes. Como en los trabajos anteriores de Plunkett, la diseñadora quiso vestir a Jo (Winona Ryder) con telas más toscas, como la franela, y presentar a la joven de manera algo desaliñada, a Meg (Trini Alvarado) con recato y elegancia natural, a Amy (Kirsten Dunst/Samantha Mathis) más cuidada, con lazos y telas más sofisticadas, y a Beth (Claire Danes) de manera muy campestre.
Para completar esa gama de colores y esa cuidada atmósfera hogareña, la película contó con Geoffrey Simpson como director de fotografía, que utilizaría el color de las velas y la luz del sol veraniego para crear una gama de colores que recordaría a las pinturas americanas de autores como George Caitlin o Frederic Edwin Church.
Para la nueva producción, Greta Gerwig fue al Museo Metropolitan de Nueva York a ver las pinturas costumbristas y las obras paisajísticas de los pintores americanos del siglo XIX. Allí se empapó de todos los cuadros que encontró en los que aparecían niñas durante la Guerra Civil americana, hasta que dio con una obra que le llamó especialmente la atención. La obra era de Winslow Homer y estaba fechada en 1870. En el óleo se puede ver a tres jóvenes escurriendo sus vestidos en la costa de Massachusetts. En cuanto Gerwig lo vio dijo: «Estas son mis chicas». Y a partir de ese momento buscó a sus chicas entre imágenes de la guerra, relatos antiguos y demás fuentes. Esto la llevó a sumergirse en la fotografía de Julia Margaret Cameron o la obra de la pintora norteamericana Lily Martin Spencer. Especialmente tomó como inspiración una pintura donde una nueva esposa prepara un guiso.
El vestuario de esta última película corre a cargo de Jacqueline Durran. Tomando de referencia las pinturas y fotografías que Gerwig le proporcionaba, la diseñadora estudió con cada uno de los actores la forma de ser y de sentir de los personajes.
Directora y diseñadora trabajaron juntas la relación entre los personajes de Jo (Saoirse Ronan) y Laurie (Timothee Chalamet). Greta Gerwig quería transmitir de alguna manera visual el hecho de que Jo tiene nombre de chico y Laurie de chica, por lo que Durran estableció un intercambio de prendas entre ellos como sombreros o chaquetas. En contraste a Jo, Meg, interpretada por Emma Watson, es una joven a la que le gustaría encajar en el grupo de sus amigas elegantes, por lo que supuso un reto para Jacqueline Durran poder transmitir la pobreza y esas ganas de elegancia de la hermana mayor.
La vida en el campo, el lino y las telas vaporosas en verano y gruesas lanas y franela en invierno, las flores, el mimbre, las tazas de porcelana, la leña en la chimenea, las colchas de las camas, los lazos en el pelo, etc., son elementos dentro de una misma atmósfera que transmiten una cálida acogida a quien quiera acercarse a ella.
En los últimos años hemos sido testigos de una vuelta a esa moda lenta, a lo artesano, a lo natural, lo romántico y lo femenino dentro del mundo de la moda.
El pasado mes de octubre, la edición española de la revista Vogue analizaba en un artículo cómo había resurgido lo femenino como la nueva tendencia en las pasarelas. Firmas como Cecil Bahnsen, Chloé o Celine han explorado el cuerpo femenino y presentado al público prendas con ciertos aires románticos que evocan a una mujer clásica. Camisas, lazos al cuello, chaquetas entalladas, los volantes o faldas largas son algunas de las prendas que perfectamente podrían llevar Meg, Jo, Beth y Amy. Las firmas Simone Rocha, Erdem o Molly Goddard se han atrevido para la temporada de 2020 con prendas de tul, organza, bordados florales y las faldas voluminosas. Incluso, fuera de la alta costura, encontramos ejemplos de firmas que se suman a esta tendencia donde el estampado floral, el estilo romántico y las faldas largas evocan otras épocas, como es el caso de marca española Mango.
El caso más explícito que encontramos de cómo Mujercitas ha influido en nuestra forma de vestir, y cómo crea tendencia, es el de la diseñadora australiana Emilia Wickstead. Ésta sorprendió presentando recientemente su colección primavera/verano 2020 en el Royal Albert Hall de Londres, una colección inspirada directamente en la novela de Alcott.
Mujercitas ha creado una estética a lo largo de estos 150 años desde la publicación de la novela. Una estética que no parece haber pasado a mejor vida dentro del efímero y rápido mundo de la moda. Como si de un fondo de armario se tratase, el mundo de Alcott parece que perdura a lo largo de los años conquistando a cada nueva generación que lee la novela y que disfruta viendo las adaptaciones cinematográficas.
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