El diseño de vestuario en los inicios de Hollywood

· En 1911 la industria del cine se instala en sus inicios en Hollywood. Allí, tres pioneros del cine obsesionados con la perfección en el diseño de vestuario dieron un volantazo decisivo.

En los comienzos del cine, el tra­ba­jo de figurinista o costume de­sig­ner se dejaba en manos de aficio­na­dos y advenedizos. Las llamadas “ves­tidoras” se encargaban de reca­bar, como buenamente podían, el ves­tuario necesario para cada película. En muchos casos eran los propios actores los que llevaban su ro­pa de calle al rodaje. Si no tenían la suerte de cara y la película era de época, alquilaban un traje en una sastrería teatral -como las que abun­daban en Broadway- con los con­siguientes gastos y quebraderos de cabeza.

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Robert LaVine ha demostrado que las actrices de entonces que te­nían un guardarropa más rutilante conseguían mejores papeles. Todas las aspirantes a estrella fueron pron­to conscientes de lo útil que era tener en casa un repertorio de ves­tidos tan surtido y apabullante co­mo el que viajaba en el famoso baúl de la Piquer. En The Artist (Michel Hazanavicius, 2011) la escena del cas­ting en la que Peppy Miller es ele­gida más por su conjunto a la mo­da que por sus cualidades como ac­triz, recuerdan al espectador actual lo que era práctica corriente en las películas de cine mudo.

En ocasiones, los primitivos estudios de cine contaban con cameri­nos co­munes donde los actores po­dían ele­gir el atuendo para cada es­cena. Eso les hizo aguzar el inge­nio para encontrar prendas que les hicieran sa­lir lo más favorecidos po­sibles o que les distinguieran del res­to del elen­co. De una de esas elec­ciones sur­gió, por ejemplo, el per­sonaje de Char­lot, tal y como el pro­pio Cha­plin explica en su autobiografía:

“Camino del vestuario pensé que co­gería unos pantalones holga­dos, za­patos grandes, un bastón y un som­brero hongo. Quería que todo fue­ra una contradicción: los panta­lo­nes anchos, la chaqueta estrecha, el sombrero pequeño y los zapatos enor­mes (…). No tenía idea de có­mo se­ría el personaje. Pero en el mo­men­to en que estaba vestido, la ro­pa y el maquillaje me hicieron sentir có­mo era”.

Hollywood, 1911

En 1911 la industria del cine se ins­tala en sus inicios en Hollywood, un pueblo pequeño y destartalado pero libre de las tasas que Edison -poseedor de la patente del cinematógrafo- había im­puesto. El lugar contaba además con mano de obra barata, un clima ex­celente y una gran variedad de pai­sajes para el rodaje en exteriores de las películas del Oeste que era en los inicios el género estrella.

En esos prometedores, aunque in­ciertos comienzos, tres pioneros del cine, obsesionados con la perfección, Adolph Zukor, David W. Gri­ffith y Cecil B. DeMille, dieron un volantazo a la situación. Buenos co­nocedores de los resortes para hip­notizar al público deciden que hay que dar mayor importancia al ves­tuario, como se venía haciendo des­de siempre en el teatro, y que por tanto necesitan contar en Holly­wood con especialistas que sepan a cien­cia cierta lo que se traen entre ma­nos.

Zukor, un productor húngaro de ori­gen judío conocido por ser uno de los fundadores de la Paramount, fue el primero que inculcó la idea de que el cine tenía que tener dise­ña­dores de vestuario tan profesiona­les como los que trabajaban en las ar­tes escénicas. Su mayor aportación, en este sentido, fue empeñarse en com­prar los derechos de la produc­ción francesa Los amores de la reina Eli­sa­beth (1912) para que pudie­ra ser vis­ta en Estados Unidos. La protagonista, Sarah Bernhardt, apa­recía maravillosamente vestida por Paul Poiret y Zukor estaba convencido que el público americano quedaría cau­tivado. Poiret, llamado “el Rajá de Faubourg Saint-Honoré” era ya en­tonces una figura señera en París, entre otras cosas por haber liberado, con sus ocurrencias orientales, del cor­sé a la mujer.

La contribución de Griffith a la pro­fesionalización del trabajo de los fi­gurinistas fue, si cabe, aún más im­portante. Preocupado por que sus pe­lículas alcanzasen la mayor calidad posible, introdujo en Hollywood la práctica de crear un vestuario específico para cada filme.

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