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Ráfagas de vida salvaje, de Jorge Cantos

Recientemente ganadora del primer premio de la sección Labo del Festival francés, esta cinta es un canto a la juventud y a la necesidad del ser humano de sentirse libre en aquellas sociedades que desprecian ese derecho fundamental

Ráfagas de vida salvaje (Jorge Cantos, 2019)

Ráfagas de vida salvaje: Barreras

· Ráfagas de vida salvaje desprende un vendaval de cine, en la forma en que está filmado y en la manera en la que Jorge Cantos aprovecha los elementos que retienen la esen­cia de una pieza brillante.

Jorge Cantos se gradúa en la Escuela de Cine y del Audio­visual de la Comunidad de Madrid (ECAM) con el im­presionante Take Away (2016), y ahora con Ráfagas de vi­da salvaje (2019) confirma un estilo propio y un talento indiscutible. La obra concentra su mirada en la sobreprotección de un padre a su hijo, que le lleva incluso a aislarle de su entorno, creando una barrera tangible.

Ya desde el inicio, un primer plano sobre una alambra­da registra el deterioro físico provocado por las carreras in­fructuosas de un joven que pretende atravesarla. Un le­ve picado sobre su rostro delata su hastío, que cambia con la llegada de un grupo que se acerca a esa especie de mu­ro, lo asalta y comparte la música: sin duda, un epi­so­dio alentador que propicia el primer acercamiento a al­go que proviene del exterior, ese territorio inexplora­do por él.


Ráfagas de vida salvaje desprende un vendaval de cine, en la forma en que está filmado y en la manera en la que Jorge aprovecha los elementos que retienen la esen­cia de una pieza brillante. Rodada en 16 milímetros, es un deslumbrante ejercicio visual que retrata a un joven solitario que por fin se inicia en los rituales de la ju­ventud, con sus excesos y deseos de libertad.

La película sirve también como metáfora sobre la necesidad que tiene el ser humano de sentirse libre en aque­llas sociedades que desprecian ese derecho fundamental. Cantos transmite la angustia que genera cualquier tipo de muro que impide la comunicación y el contac­to personal, que visibiliza con acierto la luminosa crea­ción de Alejandro Buera, que deja instantes her­mosos, como ese en el que la luz incide en el rostro de un sorprendido muchacho.

El cineasta habla también sobre el paso del tiempo y sobre la necesidad de superar todas las dificultades, tan­to físicas como emocionales. De la curiosidad de un jo­ven por conocer y descubrir nuevas experiencias para apren­der. Por otro lado, cavila sobre los miedos de los pro­genitores que deciden proteger a sus hijos en exceso, aun­que aquí, finalmente, el joven inicia el camino hacia su madurez, como ilustra a la perfección un plano contrapicado sobre su figura.

En resumen, Jorge Cantos firma una cinta que en cier­ta manera es un canto a la juventud, esa que busca en­contrarse consigo misma y que anhela un futuro con un horizonte más claro, que el joven director explica muy bien en un plano final del patio de un colegio con imágenes que tienen resonancias pictóricas de Juan Ge­novés. En el mismo, adivinamos que el proceso de cre­cimiento sigue latente, como el desarrollo personal que debe ser un compromiso de todos, sin obstáculos ni ba­rreras y que muestra de forma contundente este apa­bu­llante trabajo.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Alejandro Buera
  • Montaje: Ana Bustamante
  • Música: Eduardo Rosa
  • Sonido: Daniel Rincón, Martín Jiménez
  • Dirección artística: Andrea Gandarillas
  • Producción: Álvaro Díaz, Alberto Tortes, Sara de la Fuente
  • Duración: 24 min.
  • Público adecuado: +16 años
  • Productora: Mammut
  • España (Günst ul, Vándrafoo-Ráfagas de vida salvaje), 2019
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