El palacio de la luna: Pérdida

· La directora da testimonio de un mundo muy delicado como es el de la enfermedad mental, y lo hace con gran elegancia visual.

El intento de diálogo entre una madre desgarrada por la muerte de su hijo y el escritor al que este admiraba es el eje dramático de El palacio de la luna, de Ione Hernández, pieza basada en un capítulo del libro Las voces del laberinto – Historias reales sobre la esquizofrenia, de Ricard Ruiz Garzón, concretamente el que trata un episodio doloroso: un joven se lanza al vacío con un libro de Paul Auster en la mano.

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Una mujer atribulada, de gestos austeros, que borda una espléndida Nieve de Medina (Los lunes al sol), escribe una carta desoladora al famoso escritor norteamericano para hablarle de su hijo -muy buen trabajo de Alejandro Albarracín-. Esta madre herida mantiene el hilo narrativo de una obra en la que Ione construye el retrato de una familia que ve perturbada su armonía.

La directora vasca descubre un escenario lleno de sombras e ilumina el silencio de este hogar entristecido y asfixiante. La película está formulada argumentalmente en la fotografía de Pablo Pro, cuya potencia da sentido al contenido del relato: son imágenes que ralentizan un espacio temporal que avanza hacia lo inevitable. La narradora presencia con entereza y con mucho amor y en compañía del silente marido -buen registro de Pepo Oliva– el desgaste emocional de su vástago.

Ione Hernández da testimonio de un mundo muy delicado como es el de la enfermedad mental, y lo hace con gran elegancia visual. Su objetivo filma con la suficiente distancia la parálisis de unos padres abatidos por el triste final de su hijo. Un individuo, que en el último instante, se ve reconfortado por la belleza de un texto que él mismo ha subrayado: líneas liberadoras que emanan de su último compañero, un libro de Paul Auster, El palacio de la luna. Fragmentos estremecedores que penetran como cuchillos afilados, justo al final de la historia, dejando una profunda huella en el espectador.

La pieza es pura belleza, un cántico al amor. Es también durísima, turbadora, austera, emocionante y, dentro de su aspereza, ciertamente esperanzadora. Ione Hernández maneja con sensibilidad un tema que genera un profundo sentimiento de dolor.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Pablo Pro
  • Montaje: Álex Beltrán, Ione Hernández
  • Música: Javier Casado
  • Arte: Jorge Fisac
  • Sonido: David Mantecón, Ismael Calvo
  • Producción: Alfonso Castillo
  • Duración: 13 m.
  • Público adecuado: +18 años
  • España, 2008
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