La colcha y la madre

La colcha y la madre: Vínculos

· El relato de La colcha y la madre está muy bien construido por Marina Parés, y la puesta en escena se imbrica en la es­tética que se configura en esta historia de soledades.

David Pérez Sañudo regresa al cortometraje después de su arrolladora ópera prima en largo, Ane (2020). El di­rector bilbaíno lleva más de una década aportando excelentes piezas a este género autónomo, con cortos tan des­tacados como Aprieta, pero raramente ahoga (2017) o Un coche cualquiera (2018).

En La colcha y la madre (2021) muestra la esquiva re­la­ción entre una madre y su hija, un vínculo debilitado por egoísmos personales y por un ritmo de vida que im­pi­de a la hija –Susana Abaitua– detenerse en algo tan esen­cial como es escuchar a su progenitora –Nieve de Me­dina-. El relato está muy bien construido por Marina Parés, que también escribió el guion de Ane junto al propio David, y la puesta en escena se imbrica en la es­tética que se configura en esta historia de soledades.

La fotografía de Kenneth Oribe fija instantes cotidianos en los que la ventana sirve de metáfora de la en­trega sentimental de dos mujeres que viven cercadas por la soledad: una compartida y la otra, sobrevenida y que, por fin, abren sus corazones. Es muy interesante tam­bién el fuera de campo en uno de los momentos cru­cia­les de la cinta -el motivo de la visita de la madre-.

Pérez Sañudo filma el paso del tiempo a través de esa zona sombría que acompaña nuestra existencia, la muer­te, que impregna cada rincón de la casa. La altura in­terpretativa de Susana Abaitua, que continúa creciendo como actriz, y una inmensa, como de costumbre, Nieve de Medina enriquecen la representación del encuentro entre dos personas que finalmente se escuchan.