Los perros ladran

Los perros ladran: Desasosiego

· La pieza interpela al espectador para que complete una historia que nace de la desesperación y que re­pre­senta el cambio radical producido en la forma de relacio­nar­nos.

La situación que atravesamos durante el confinamien­to motivada por la pandemia mundial del horroroso Covid-19 ha generado reacciones impensables. Durante ese lar­go período nuestras vidas se vieron afectadas: de­sa­pa­reció el contacto físico y la alegría de compartir. Sos­pe­cho que la nueva realidad nos traerá personas más in­dividualistas e insolidarias y, desde luego, la soledad se extenderá.

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Sergio Serrano presenta Los perros ladran (2020), un ejercicio audiovisual que enseña de forma visceral las pri­meras consecuencias que asoman a nuestra sociedad pro­vocadas por los efectos exterminadores del virus. Co­mo no podía ser de otra manera, la cinta está narrada des­de el interior sombrío, en esa espera eterna que tan ma­gistralmente pintara el maestro Edward Hopper.

El comienzo es estupendo. De la inmensa oscuridad, Se­rrano crea un despliegue visual impactante, con unos pla­nos muy eficaces, que delatan el desasosiego de unos per­sonajes que viven sometidos a la disciplina de un en­cierro obligado. Conforma una estética brillante que alien­ta una narrativa que apuesta por el espacio exterior co­mo objeto de deseo y recurre a planos -muy fordia­nos– que se centran en las puertas abiertas que miran hacia la luz: la ansiada libertad.

Los perros ladran relata el acercamiento de dos desconocidos, una escritora y un hombre en paro. Él le escribe car­tas -algo en desuso en nuestros días- y ella se siente ini­cialmente acosada, aunque el paso del tiempo crea un vín­culo entre ambos.

Sergio Serrano, artista multidisciplinar, ha montado obras teatrales, publicado libros y es responsable de cor­tos como El tren (2014) o Intemperie (2017). En el que nos ocupa medita sobre la necesidad que tiene el ser hu­mano de comunicarse y también hace un guiño a la fi­gura del creador, a través del personaje de la escritora in­terpretado por Mafalda Bellido.

La pieza interpela al espectador para que complete una historia que nace de la desesperación y que re­pre­senta el cambio radical producido en la forma de relacio­nar­nos.