1944: Retrato de un pueblo hecho jirones
· El absurdo de la guerra es visto desde los soldados estonios que lucharon en las filas de los ejércitos soviético y alemán, muchas veces contra sus propios compatriotas.
Como un pedazo de carne disputado por dos perros rabiosos, Polonia y las actuales repúblicas bálticas han sufrido de manera cruenta las dentelladas de la guerra durante toda su historia y en especial durante el siglo XX.
Estonia disfrutó de apenas dos bocanadas de independencia: antes de que los bolcheviques decidieran recuperar el control de los antiguos territorios de la Rusia zarista al terminar la I Guerra Mundial, y entre 1920 y 1939 merced al tratado de Tartu. Pero, tras la desaparición de la aliada Polonia como Estado, Estonia cayó de nuevo en manos soviéticas hasta 1941 en que el país báltico fue invadido por Alemania para volver de nuevo a manos rusas en 1944, donde permaneció hasta 1990 con la caída del telón de acero.
El periodo de la batalla de Tannenberg a la batalla de Tehurmandi, durante el avance del Ejército Rojo y el repliegue de los alemanes, y su dolorosa repercusión en una población hecha jirones, es el marco argumental de 1944, película representante de Estonia al Oscar a la mejor película de habla no inglesa de 2016.
Estonia nos está acostumbrando a buenas películas. El año pasado sorprendía con la coproducción estonio-georgiana Mandarinas, de Zaza Urushadze, sobre la guerra de Abjasia en 1992-1993, que fue una de las cinco finalistas; y éste -además de 1944– con la cinta de animación Isand (The Master), de Riho Unt, candidata por su país al mejor cortometraje de animación, con una metáfora sobre las relaciones de poder entre un perro obediente y un mono libertino. Ninguna de las dos de este año han logrado ser premiadas ni nominadas, pero tanto en 2015 como en 2016 ganaron el Oscar a la mejor película extranjera dos grandes filmes europeos sobre los efectos de las guerras mundiales: la polaca Ida y la húngara El hijo de Saúl.
1944 podría definirse como un drama bélico antibelicista. El absurdo de la guerra es visto desde los soldados estonios que lucharon en las filas de los ejércitos soviético y alemán, muchas veces contra sus propios compatriotas al cambiar el signo de la ocupación.
La guerra es mostrada con dureza pero el guion de Leo Kunnas tiene la virtud de envolverla -aunque no de paliar el golpe- con momentos de camaradería, la reacción irónica de los soldados ante la sumisión cobarde de los mandos políticos o la osadía romántica de la juventud.
La decisión de hilar los acontecimientos mediante la narración en off de la carta es eficaz, las interpretaciones, los escenarios y los efectos especiales de las batallas, verosímiles. Y sobre todo tiene el mismo director de fotografía que Mandarinas, un magnífico Rein Kotov.
Ciertamente no es tan redonda como Mandarinas o El hijo de Saúl, de László Nemes, pero es una buena película. Prueba de ello, es que obtuvo los datos de asistencia más altos en una primera semana de la historia del cine de Estonia, atrayendo a 44.879 espectadores.
Ficha Técnica
- Dirección: Elmo Nüganen,
- Guion: Leo Kunnas,
- Intérpretes: Märt Pius, Mait Malmsten, Ain Mäeots, Magnús Mariuson, Kristjan Sarv, Maiken Schmidt, Rain Simmul, Ivo Uukkivi, Henrik Kalmet,
- Fotografía: Rein Kotov, Mart Taniel
- Montaje: Kimmo Taavila, Tambet Tasuja
- Música: Jaak Jürisson
- Duración: 100 min.
- Público adecuado: +16 años
- Distribuidora: European Dreams Factory
- Estonia, 2015
- Estreno: 1.7.2016