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53 días de invierno

Llena de pequeños detalles, de opciones inteligentes, de informaciones incompletas que llenan la narración, la cinta va cobrando fuerza a medida que se suceden los lunes, los miércoles, los viernes y la vida sobrepasa a sus personajes

53 días de invierno (2006)

53 días de invierno: Tristeza cotidiana y belleza cinematográfica

53 días de invierno son jornadas de soledad, de incertidumbre, de desesperación y de derrumbamiento, pero como se dice en el lema promocional de la película, «si te das por vencido en invierno, te habrás perdido la primavera, el verano y el otoño». La profesora, productora, guionista y directora Judith Colell reconstruye la vida de tres personajes cualesquiera que asisten a su propia caída y desvanecimiento. La soledad, la decepción y la invisibilidad serán los hilos conductores de sus acciones a medida que la fría estación prosigue su curso y sus vidas se van trastocando.

La productora Ovideo -que cuenta con varias obras de Joaquín Jordà o En construcción, de Guerín– presenta una película intimista, dura, difícil, llena de tristeza cotidiana y belleza cinematográfica.

A través de un guión azaroso, como la vida de sus criaturas, la guionista Gemma Ventura se interroga sobre una serie de encrucijadas vitales a través la mirada de tres personajes de estratos sociales diferentes. Una maestra, un guarda jurado y una joven violonchelista, que se cruzan casualmente en una parada de autobús, serán los sujetos de su reflexión.


A partir de un guión bien urdido, Colell utiliza la cámara para exteriorizar los sentimientos de sus protagonistas. Los planos cerrados, ausentes de aire, imprimen la pauta narrativa de todo el metraje. La asfixia vital a la que se ven sometidos es reforzada por una banda sonora carente de hilo musical extradiegético. Sólo los quejidos del violonchelo dejarán su huella de vez en cuando, a través de los ensayos en el conservatorio o de las piezas que escucha repetidamente Silvia Munt. El resto es silencio, vacío, abandono. La voz en off será el único recurso ajeno al encuadre que, a pesar de su artificiosidad, no resta interés a la propuesta.

La directora introduce sutilmente los elementos de su puesta en escena: los planos que dan la espalda a los personajes, la cámara en mano, los cuadros en los que el protagonista se convierte en espectador acodado en un margen de la pantalla mientras observa lo que ha perdido, etc. Todos los recursos al servicio de la emoción concreta que se plasma en la pantalla. Llena de pequeños detalles, de opciones inteligentes, de informaciones incompletas que llenan la narración, la cinta va cobrando fuerza a medida que se suceden los lunes, los miércoles, los viernes y la vida sobrepasa a sus personajes.

La virtud de Colell radica en no llevar la narración al territorio del melodrama. La contención de sus actores -entre los que sobresalen unas esplendidas Sampietro y Munt– le ayuda a no caer en la tentación y le lleva a la reflexión. Pero no todo es negativo en el universo de la realizadora, y la línea entre la deseperación y la salvación está a una caricia de distancia, a una llamada telefónica, a una mirada de bienvenida. Colell (que se estrenó en el largo con Nosotras [2000]) tiene mucho que decir y aportar a la cinematografía española con su manera de contar sincera y conmovedora, contenida y diferente.

Ficha Técnica

  • País: España, 2006
  • Fotografía: Sergi Gallardo
  • Montaje: David Gallart
  • Duración: 91 m.
  • Público adecuado: Adultos
  • Distribuidora: Filmax
  • Estreno en cines: 26.10.2007
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Reseña
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Doctora en Historia del Cine, Animación Japonesa y Cines de Asia Oriental
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