Adam

Adam: Romance terapéutico

Adam es joven, Adam es guapo, Adam es in­geniero, Adam tiene un impresionante apartamento en Nueva York… y Adam tiene el síndrome de Asperger, enfermedad próxima al autismo, que incapacita socialmente. Nun­ca se ha interesado por nadie hasta que Beth se muda al apartamento vecino. Beth es una joven de familia bien, escritora de lite­ratura infantil, y acaba de salir de un de­sen­­gaño amoroso. A Beth le llama la atención su atractivo y extraño vecino y él se sien­te atraído por ella. Pero, ¿puede funcio­nar una pareja tan distinta?

Adam, escrita y dirigida por el debutante en el cine Max Mayer, es una película que sorprende por la claridad de sus plantea­mientos, muy alejados de romances «inge­nuos» y de soluciones fáciles. El guión es­tá construi­do con perfección académica, de­fine a los personajes por sus actos y evolu­ciona con coherencia. La relación pasa ne­cesariamen­te por los puntos de vista de un ingenie­ro y de una escritora, conoce sus cho­ques y dificultades, vive momentos mági­cos y también genera pasajes cómicos.

La película, que comienza con la voz de Beth comentando que siempre se había iden­tificado con el personaje de El Princi­pi­to, «pero cuando conocí a Adam me di cuen­ta de que yo era el piloto», no ha queri­do soslayar los problemas que encuentra una pareja así, ni darles soluciones fáciles y tram­posas. El final -muy coherente- arroja una luz poderosa sobre los grandes temas que han sido abordados en la historia: cono­cer los propios límites (tema al que alude con el cuento del traje nuevo del empera­dor), madurar, aprender a pensar en los de­más, seriedad en las relaciones y valorar la sinceridad.

La cinta se apoya en las convincentes inter­pretaciones de Hugh Dancy, en el que es su papel más complejo hasta la fecha, y Ro­se Byrne, que construye un personaje fe­menino lleno de matices.