Alcarràs: Lo mejor del cine español en décadas

· Crítica de Alcarràs | Estreno 29 de abril de 2022.
· Estructuralmente, la cinta está tramada de una manera tan inteligente, que el viaje que realiza el espectador acompañando a los personajes es apasionante.

Dicen -y tiene mucha miga el dicho- que una buena película es una buena historia bien contada. Alcarràs me parece una excelente película porque es una excelente historia excelentemente contada.

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Como cada caluroso verano en un pueblo leridano a 10 kilómetros de la capital, los melocotones y frutas similares maduran en los árboles de plantaciones que llevan sus cosechas a cooperativas o empresas de distribución cercanas. La familia Solé, con representantes de tres generaciones, está al frente de una de esas fincas. Contar más es -a mi juicio- dañar la película y, como tengo por costumbre, no lo haré.

Hay muy pocas cintas en la historia del cine español que hayan manejado la prosa poética con un criterio tan asombroso como el de Carla Simón y su equipo para acercarse a la vida de la gente sencilla, la buena (o la mala) gente del campo sobre la que han escrito tantos escritores de mucho talento. La historia de Alcarràs es la de una familia que desde 1936 cultiva y vive una tierra que es suya pero no lo es… La película tiene una energía narrativa similar a la que encontramos en la célebre y también brillante novela de la manchega Ana Iris Simón, Feria. Porque no se mira al campo y al medio rural con ínfulas de urbanita turístico con pedaleos intelectualoides. Se juega con el pasado, el presente y el futuro de una manera profunda, sincera, honesta.

Estructuralmente, la cinta está tramada de una manera tan inteligente, que el viaje que realiza el espectador acompañando a los personajes es apasionante. Lo diré en román paladino: la película es amenísima y se sigue con mucho interés porque el guion tiene la inteligencia de conflictuar todo de manera que el espectador quiere saber cómo irán las cosas, cómo evolucionarán las personas, incluyendo a ese Quimet, un tipo adusto y siempre de mal café, con una amargura corrosiva, que blasfema una vez y otra (demasiadas, guionistas) como por desgracia ocurre en bastantes sitios de España. Pero hasta eso se entiende, cuando ves a los que le rodean (a los que le sufren) incluyendo a su mujer, Dolors, que canta en el coro de la parroquia…

Para lograr encandilarnos, Simón no necesita acudir a un tempo extraño al de la tierra, al de la agricultura. Y es esa arriesgadisima decisión estacional la que concede a la película una belleza deslumbrante. Una belleza llena de verdad. Tanta, que te sientes incapaz de juzgar a ninguno de los personajes… lo que haces es casi tomarles de la mano o mejor sentarte un rato a su vera para acompañarles. Y que te ocurra eso en una sala de cine es muy infrecuente.

Si el guion, la imaginería, el montaje y el diseño de producción resultan sobresalientes, no lo son menos el casting y la dirección de actores no profesionales… pero lo del sonido, lo del sonido es un hito. Porque convierte la sala en un campo donde la tierra y la gente suenan de manera inolvidable. La película de Simón es inmensa, tanto que hay que recurrir a cintas como El árbol de los zuecos, de Olmi, El camino a casa, de Yimou, o Dersu Uzala, de Kurosawa. Y a directores gigantes como Rossellini o Bresson en su manera de meter el mundo en un par de horas, como ya hizo en Verano 1993.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Daniela Cajías
  • Montaje: Ana Pfaff
  • Música: Andrea Koch
  • Duración: 120 min.
  • Público adecuado: +16 años
  • Distribuidora: Avalon
  • España, Italia, 2022
  • Estreno: 29.4.2022
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