Alone in the dark

Alone in the dark: Serie B ochentera

Si hace poco llegaba a nuestras pantallas la adaptación de Doom, ahora le toca el turno al mítico vídeojuego Alone in the dark. Creado por Frederick Raynal, la propuesta de Atari marcó época por su despliegue visual, por la concepción narrativa y la originalidad de las angulaciones de los diversos puntos de vista del jugador, a partir de cámaras fijas.

Muy lejos de la singularidad del original, la adaptación del aleman Uwe Boll (House of dead, 2003) es previsible y anodina. En una reunión de todos los tópicos del género, el realizador se muestra más interesado en la superposición de todos los arquetipos del cine de terror y de aventura que en el desarrollo de una historia que posea interés. Con reminiscencias a Mimic (1997) y a la archicopiada Alien (1979), Alone in the dark centra su atención en los músculos de Christian Slater (Very bad things, 1998) y Stephen Dorff (Blade, 1998) -inmersos en una lucha de ego que mata todo afán interpretativo-, y en el despliegue de encantos de la rubia Tara Reid (El gran Lebowski, 1998). Las exigencias del débil guión obligan a los intérpretes a guardas sus cualidades en el armario y potenciar su físico. A la mala dirección de actores debe sumarse la elección de una banda sonora discordante, que se asemeja más a un pastiche de los grandes éxitos del ayer y del hoy de Boll que a un acompañamiento rítmico y coherente.

A pesar de los excelentes efectos visuales, Alone in the dark deja un regusto al cine de serie B de la década de los 80 por el que Boll parece tener predilección. Tiros, científicos locos, zombis, rubias explosivas, chicos guapos y trama predecible son los ingredientes destacados de este filme de pseudoterror made in USA.