Apostando al límite

Apostando al límite: Un tratamiento errado

Tercer largo de D. J. Caruso, 41 años, tras The salton sea y Vidas ajenas. Caruso tuvo experiencia como ayudante de producción y dirigió capítulos de series de TV como Smallville.

Como es bien sabido, el deporte en Estados Unidos es una cosa muy seria. Y no sólo por el dinero que mueve, sino también, o sobre todo, por vaya usted a saber. En EE.UU., salvo en cuatro estados, la ley permite la actividad de los asesores de apuestas deportivas. Entre los distintos deportes se apuesta sobre todo al fútbol. Las cadenas de televisión fomentan esa fiebre y/o viven de ella, con programas para apostadores convulsivos presentados con un marcado estilo populista.

- Anuncio -

Hasta aquí el background del guión de esta película de llamativo reparto. Hay que reconocer que, cuando empieza, la historia -salvados los tópicos de rigor en este subgénero- tiene cierto fuste y promete bastante. Pero po­co a poco, y a pesar del buen trabajo fotográfico de Conrad W. Hall, se difunde un tufillo penetrante a remix desganado y facilón que toma de aquí y de allá, con un puñado de escenas concebidas para el lucimiento de un Pacino que se dedica principalmente a parodiarse a sí mismo con una fruición que consigue el sonrojo del espectador más modosito.

La siempre estupenda René Russo sufre los caprichos de un guión desestructurado, que después de un par de apuntes de cierto fuste intelectual se interna por el sendero del melodrama sensiblero, cremoso e inverosímil. Matthew McConau­ghey no es mal actor, pero su tendencia a exhibir musculatura empieza a resultar risible en un tipo que ya ha dejado atrás su etapa de principiante. Los 122 minutos de metraje no ayudan. Apostando al límite, una película que con otro tratamiento y en manos de otro director, podría haber sido mucho más sugestiva.