Australia

El gusto de Baz Luhrmann por el cine como gran espectáculo ya quedó patente en esa película tan interesante que es Moulin Rouge, una gran obra que, por encima de algunos defectos evidentes, rescató una manera de hacer cine que llevaba mucho tiempo enterrada, exhibiendo un despliegue de recursos narrativos verdaderamente fascinante.

El siempre audaz director australiano ha rodado esta costosa superproducción con un diseño impresionante (a cargo de su mujer, Catherine Martin), que se pone al servicio de un largo y a ratos espectacular melodrama que sigue la azarosa aventura de una aristócrata inglesa que viaja a Australia para reunirse con su marido, mientras el mundo está envuelto en la Segunda Guerra Mundial.

- Anuncio -

La cinta es espectacular y entretenida, de esas que justifican la pantalla grande y hacen que el precio de la entrada parezca especialmente justificado, pero hay algo que impide que carbure bien. Probablemente sea que el director ha querido reunir cuatro películas en una, y los cambios de tono terminan dañando el ritmo de una historia que quiere matar demasiados pájaros de un tiro. A nadie que vea esta película río le pasarán desapercibidos los ataques de solemnidad que sufre, en especial, cuando trata de entonar un mea culpa cuasi institucional por el maltrato de las etnias autóctonas. Por no hablar del tempo averiado de una historia de amor mal llevada.

Es verdaderamente interesante el esfuerzo de Luhrmann por encontrar un tono tragicómico que alivie la solemnidad épica de la historia, pero la verdad es que no le funciona. Y no será por la falta de entrega de los actores, que se empeñan a fondo. Jackman y Kidman sacan adelante unos personajes que en manos de otros actores menos expertos hubieran resultado un desastre. Pero que los saquen adelante no significa que sean buenos personajes.