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Ayla: La hija de la guerra

La película de Can Ulkay destaca por aportar un punto de vista fresco, diferente del que acostumbramos. La combinación de clasicismo, de nostalgia y de ingenuidad funciona

· El ritmo de Ayla es ágil, la puesta en escena es una bella recreación de época, con colores saturados; en el campo militar, destacan los intercambios entre turcos y norteamericanos, que dan lugar a numerosas situaciones cómicas.

Guerra y crianza

Año cincuenta, Ayla es hija de la guerra de Corea; los implicados en esta historia son el grupo expedicionario turco, hecho que otorga a esta película un toque diferente a lo que el espectador occidental suele percibir y resulta original: muy pocos recuerdan aquella guerra, y menos aún la participación de Turquía en la misma; el punto de vista nos sorprende y emociona. Además, esta historia está basada en hechos reales, el sargento Suleyman salvó a una niña que encontró en medio de un montón de cadáveres -toda su aldea que fue masacrada- y le puso el nombre de Ayla. Entre ellos se formará un vínculo que la burocracia y la posguerra no lograrán romper.

La película sigue un canon clásico, presentación de Suleyman y sus compañeros en Turquía, sus aspiraciones profesionales, sus novias; luego deben ir a la guerra, donde dan muestras de heroismo y también de gran corazón; finalizada la guerra Suleyman quiere mantener el contacto con Ayla a la que considera casi su hija.

El ritmo es ágil, la puesta en escena es una bella recreación de época, con colores saturados; en el campo militar, destacan los intercambios entre turcos y norteamericanos, que dan lugar a numerosas situaciones cómicas. En efecto, la película de Can Ulkay destaca por aportar un punto de vista fresco, diferente del que acostumbramos. La combinación de clasicismo, de nostalgia -ahora tan de moda- y de ingenuidad funciona.


Se podrían citar múltiples modelos para una película bélica en la que tres grandes amigos, buenos, simpáticos… van al frente, escriben a sus novias y familia, sufren y pasan buenos momentos. De hecho casi se podría reprochar de excesiva ingenuidad, acorde con modelos de los años treinta y cuarenta. El mérito de Can Ulkay es haber logrado que funcione en 2019: haber apostado por una historia simple que se apoya en tres personajes entrañables, en su poderosa carga emocional, con un contexto bélico bien filmado, un toque nostálgico y otro de realisimo mágico.

Me gusta la fotografía, la ingenuidad y la nostalgia; creo que el director ha elegido 1950 también porque soñaba con un momento en que Turquía se sentía -y era sentida- más europea/occidental que lo que parece en este momento; y sus protagonistas podrían haber sido norteamericanos, belgas o británicos; hombres que luchan, aman, rezan, y son buenos compañeros. La aparición de Marilyn Monroe, icono de los cincuenta, hace soñar. No me parecen bien acabados los momentos de la posguerra, el director ha estirado su historia demasiado y no consigue dar razón de todo; el remate final de la historia con su fuerte carga emocional permite olvidar las imprecisiones de una película muy agradable, que sorprende por aportar algo diferente.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Jean-Paul Seresin
  • Montaje: Mustafa Presheva
  • Música: Fahir Atakoglu
  • Duración: 125 min.
  • Público adecuado: +16 años (V)
  • Distribuidora: European Dreams Factory
  • Turquía (Ayla: The Daughter of War), 2017
  • Estreno: 19.7.2019
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Reseña
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Historiador y filólogo. Miembro del Círculo de Escritores Cinematográficos. Ha estudiado las relaciones entre cine y literatura. Es autor de “Introducción a Shakespeare a través del cine” y coautor de una decena de libros sobre cine.
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