Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia): Con barro en las alas
Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) | Excelente película de Iñárritu que logra muchas cosas a la vez con el relato magnético del estreno en Broadway de una obra de Raymond Carver.
“Después de tantas películas tan dramáticas, que de alguna manera tienen mucho de enfrijoladas, enchiladas y chile mexicano picante, ahora tenía ganas de un postre, así que decidí tomarme un descanso de aquello, alejarme de mi zona cómoda, y sumergirme en algo que realmente deseaba hacer y que no sabía que podía suceder, que era poder reírme en un set de filmación”.
La quinta película de Iñárritu llega cuando el director mexicano ha doblado el cabo de los 50. Eso que se llamó la crisis de los 40 se ha mudado a los 50. Crisis aquí es sinónimo de alto en el camino. Un momento en el que plantearse una vez más quién es uno, de dónde viene y a dónde va. Como persona y como cineasta.
Ahora, hoy, la vida parece ir deprisa, muy deprisa; y a la vez, más lenta, a pesar o quizás debido a la sobredosis de comunicación banal que, en el mejor de los casos, ruge a nuestro alrededor. Hay personas y personas. Hay vidas y vidas. El director mexicano -autor de cuatros largometrajes desde su debut en 2000 con Amores perros a la muy respetable edad de 37 años- se había estancado y lo sabía. Biutiful dejó claro que el problema no era Arriaga, el problema estaba en Iñárritu. En sus maneras de dramatizar la realidad, en la foto de Rodrigo Prieto y en el montaje de Stephen Mirrione.
En ese sentido, lo asombroso, lo tremendamente interesante de Birdman es que los guionistas son los mismos que escribieron Biutiful… y Mirrione sigue siendo el montador… pero Birdman es distinta, es otra manera de acercarse a la realidad. Nos muestra a un Iñárritu más maduro, más sabio, mejor cineasta.
Dice Iñárritu que ha hecho una película sobre “la enfermedad de la popularidad”, pero lo que más me interesa en su excelente película es el ejercicio de sana autocrítica, de cordura y, por lo tanto, de sentido del humor, que hace sobre la extendida tendencia a la petulancia, a la egolatría, a la autosuficiencia grotesca en el mundo de la cultura contemporánea.
Meditación como rutina
Birdman es -a mí me lo ha parecido- una comedia negra que ajusta cuentas con la estupidez reinante, también en el mundo del audiovisual, en el oficio de hacer películas y no solo en las películas fast food, también en el cine de autor.
“¿Tienes algún ritual que te mantenga enfocado y fresco durante la filmación?”, le preguntó el periodista Jaime Ramírez (correcamara.com) al director durante el rodaje en el teatro St. James en Broadway.
La respuesta de Iñárritu tiene mucha miga: “Cuando estás haciendo una película las rutinas se van desvaneciendo. Inicio siempre con rutinas bastante rígidas y son como las dietas: el lunes son increíbles y el viernes ya vas en declive. La rutina que tengo y que trato de no romper es la meditación, es la única arma personal que me ayuda muchísimo a mantener cierta serenidad porque si no el cerebro se engancha y no para. Si puedo, trato de hacerlo antes y después del trabajo y, si no es posible, al menos trato de hacerlo antes porque ayuda mucho a desconectar el cerebro, a limpiar un poco la energía. Y es que una vez que empiezas una película así se acaba la familia y te aíslas, y si no desconectas se quema la computadora”.
Meditar. Iñárritu medita. Y creo que gracias a que lo hace, le sale una película ciertamente excepcional. Solo meditando se puede gestar un guión que nace de un relato de John Cheever que trata de un tipo que habla por teléfono en una habitación de un hotel mientras observa a gente que se baña en la playa. Solo pensando se puede ir de Cheever a Carver. Y armar un relato modulado por la música de Antonio Sánchez, que nos percusiona el cerebelo como a los tronados personajes, de manera que cuando llegan Mahler, Ravel, Tchaikovsky, Rachmaninov y John Adams, entran de una manera majestuosa: antes de usar una palabra hermosa hazle sitio…
Solo meditando se puede trabajar de una manera tan inteligente con ese genio llamado Emmanuel Lubezki, que después de El árbol de la vida y Gravity vuelve a lograr una fotografía absolutamente fascinante (aunque solo sea de paso, conste que hay escenas que requirieron 22 tomas y que el aparente plano secuencia se rodó en 29 días, con mucho ensayo previo).
Reinventando a Michael Keaton y al resto de los actores de su reparto (un casting digno de estudio), Iñárritu les ofrece la oportunidad de reivindicar (cada cual a su medida y en el estadio de su carrera en que se encuentran) que son capaces de hacer trabajos formidables si les ofrecen películas sustanciosas con personajes bien escritos. Mientras lo hacen, mientras trabajan, se han vacunado contra la tentación de que la fama y la popularidad les trastornen.
Algo parecido nos puede pasar a los espectadores. Y a los críticos. Que menudo repaso nos pega Iñárritu en la película…
Ficha Técnica
- Dirección: Alejandro González Iñárritu,
- Guion: Alejandro González Iñárritu, Nicolás Giacobone, Alexander Dinelaris, Armando Bo,
- Intérpretes: Naomi Watts, Michael Keaton, Edward Norton, Emma Stone, Zach Galifianakis, Amy Ryan, Merritt Wever, Andrea Riseborough, Joel Garland,
- Fotografía: Emmanuel Lubezki
- Montaje: Douglas Crise, Stephen Mirrione
- úsica: Antonio Sánchez
- Duración: 118 m.
- Distribuidora: Fox
- Público adecuado: +18 años (SD)
- Estreno en España: 9.1.2015
Birdman (or The Unexpected Virtue of the Ignorance) EE.UU., 2014.