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Buñuel en el laberinto de las tortugas

Salvador Simó se estrena en la dirección adaptando un comic de Fermín Solís con la producción de Manuel Cristóbal (Arrugas)

Buñuel en el laberinto de las tortugas: Un surrealista en Las Hurdes

Una película de ficción bien contada, interesante para los que conocen el cine de Buñuel y estudian las estrategias del documental de creación.

Tiene este segundo largometraje de Salvador Simó el interés de acercarse a otra película y hacerlo con talento, aunque no siempre con rigor y ecuanimidad. El guion adapta un cómic de Fermín Solís. Es un  proceso que conoce bien el productor Manuel Cristóbal, que ya llevó al cine Arrugas, de Paco Roca, en una película dirigida por Ignacio Ferreras.

Con una animación limitada que aprovecha la belleza de un dibujo sencillo y expresivo y un tratamiento del color especialmente acertado, Simó nos presenta a un Buñuel de 32 años, recién convertido en comunista. Ha montado una escandalera en Francia con una película mediocre llamada La Edad de Oro, escrita a cuatro manos con Dalí, que financian dos aristócratas franceses y alaban Ray y Aragon.


Deseoso de quitarse el ropaje de snob pijo, ególatra, faltón y pendenciero, Buñuel viaja a Las Hurdes en 1932 para rodar una historia que teniendo aire de documental no lo es en realidad: es cine de propaganda política para atacar al gobierno socialista republicano que preside Azaña y colgarse el cartel de director comprometido con la mejora de la sociedad. Buñuel y su productor, el anarquista Ramón Acín, contratan a los habitantes de varios pequeños pueblos extremeños para que actúen ante la cámara, magnificando el atavismo costumbrista de la zona para presentar a los lugareños como miserables embrutecidos y montar una película de 27 minutos en la que una voz en off nos ilustra sobre el exotismo de una tierra degenerada y brutal.

Parece que al nombre de Buñuel (Calanda, Teruel, 1900 – Ciudad de México, 1983) hay que doblar la rodilla y agotar los adjetivos no solo fílmicos sino también filantrópicos y humanistas. Me parece una actitud pueril. Buñuel tiene alguna película notable y otras que me parecen mediocres. Entrar a la catalogación de Buñuel como artista, intelectual y persona no procede aquí. Baste decir que, como otros, tuvo defectos y virtudes. En muchas ocasiones se comportó como un perfecto imbécil, siempre dispuesto -al precio que fuese necesario- a ser el centro de atención, un bravucón que hacía profesión de libertario y cuando le convenía o simplemente le apetecía se comportaba como un atrabiliario señor feudal.

La película de Simó no cae en la tentación de presentarle como un tipo amable y consecuente. Se muestran sus obsesiones y caprichos, sus fobias y filias. No se entiende, en ese sentido, que se introduzca al final un sermón lleno de falsedades que parece querer congraciarse con el pensamiento único de la corrección posmoderna que no vive sin maniqueismo simplón.

La película de Simó está bien contada y resulta interesante para los que conocen el cine de Buñuel y estudian las estrategias narrativas del documental de creación. Faltan complejidad y matices (ese laberinto del título) que el espectador versado en la materia puede aportar. El director y el productor tienen toda la razón al puntualizar que su película no es un documental. No lo es. Como no lo es Las Hurdes, tierra sin pan.

Ficha Técnica

  • Montaje: José Manuel Jiménez
  • Música: Arturo Cardelús
  • Voces originales: Jorge Usón, Cyril Corral, Pepa Gracia, Rachel Lascar, Gabriel Latorre
  • Duración: 87 min.
  • Público adecuado: +16 años
  • Distribuidora: Wanda
  • España, 2019
  • Estreno: 26.4.2019
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