Buried (Enterrado): Tensión soterrada

En 2007, un director hasta entonces desconocido despertó la atención como candidato a convertirse en uno de los cineastas noveles dispuestos a renovar, decían, la autocomplaciente e introvertida industria del cine español.

Aquel director, de nombre Rodrigo Cortés, obtuvo el Premio de la Crítica del Festival de Málaga y suscitó animosos debates con una película directa e inusual llamada Concursante.

Obviando sus discutibles carices ideológicos, sí se elogió lo interesante de la propuesta, a la vez que se auguraba cierto futuro a la trayectoria del joven realizador. De esta manera, tres años después, tras caer en sus manos el trabajo de un guionista casi desconocido llamado Chris Sparling, Cortés irrumpe con una película todavía más inusual y arriesgada.

En ella se narra la historia de un contratista norteamericano, Paul Conroy (Ryan Reynolds), que se ve enterrado vi­vo en un ataúd en algún lugar del Iraq post invasión norteamericana. Así, resulta gratamente interesante el toparse con un filme de premisa sencilla y, como se ha reiterado, nunca realizado de esta forma, es decir, sin que la historia salga en ningún momento del ataúd.

Sin embargo, tras esta decisión artística desafiante, la película pasa a abordarse más como un reto fílmico y con él aparecen, de forma especialmente inevitable, los consabidos objetivos y problemas de man­tener la atención y tensión del espectador durante un largometraje.

Cortés apela a la lógica narrativa de Hitchcock y sitúa en su mente la del espec­tador, después busca los insospechados vericuetos de una relación causa-efecto sorpresiva, y termina de construir audiovisualmente la historia de manera muy efec­tiva. Para esto último, la misión que el sonido tiene en la película es fundamen­tal, especialmente con los negros que se forman y en los que se establece que sea el espectador, una vez más, el que expe­rimente sensorialmente la historia y pue­da situarse en la piel de Conroy.

Además, inspirado por el propio Hitch­cock, Cortés rompe asimismo con la medida convencional del espacio y el tiempo, modificándolos para continuar subjetivizando la historia, siempre encaminada hacia la experiencia del protagonista. Con todo ello, cabe decir que bajo este complejo tratamiento, lleno de recursos, se en­cuentra una versión de Ryan Reynolds desconocida hasta la fecha: el actor logra responder y desenvolverse encomiablemente a través de esa compleja senda de estímulos que resulta ser la historia. Una película cerebral y contundente que, si se muestra original y arriesgada en el planteamiento, no lo es tanto con su tratamiento más made in Hollywood que tiñe de inverosimilitud lo que tiene de verdadero.

En último término, el resultado es una cinta arrojada hasta el final desde el primer momento, con la estudiada intención de mantener la tensión del espectador desde el principio hasta llevarlo al paroxismo, y en la que el proceso cognitivo so­bre el cual se construye evita, quizás, una mayor catarsis con el significado intrínseco de lo que implica una auténtica claustrofobia. Una película muy bien estudiada pero poco sentida.

Nacho Álvarez O’Dogherty

Ficha Técnica

  • País: España/EE.UU. (Buried, 2010)
  • Fotografía: Eduard Grau
  • Montaje: R. Cortés
  • Música: Víctor Reyes
  • Duración: 94 m. +16 años (violencia, lenguaje)
  • Distribuidora: Warner
  • Estreno: 1.10.2010
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