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Camino a la perdición

Camino a la perdición goza de una mirada prodigiosa y convierte imágenes y tonalidades en verdadero trasunto de unos personajes y un argumento que huelen a cine añejo

Camino a la perdición, de Sam Mendes

Camino a la perdición: Vuelve (arrollando) el cine negro

Hace 58 años Wilder también asoció la palabra Perdición a una historia de mafiosos. Y es que es el término que define con mayor precisión la consecuencia de quebrantar las reglas del juego de la mafia. En ese ambiente de suburbio las coordenadas morales adquieren una nueva dimensión y es difícil salir de ese laberinto de asesinatos. Josef von Sternberg nos mostró un camino en La ley del hampa (1926), en la que un gánster daba su vida por otra persona. En Camino a la perdición, Sullivan (en la piel de Tom Hanks) será el gánster silencioso y vulnerable que intente romper con ese clan de corrupción.

Su único código de honor son los lazos de sangre. Por tanto, su vía de escape frente al pasado es a través de su hijo, protegiendo su vida y evitando que siga su camino. Una decisión dura porque es incompatible con los planes de John Rooney, el hombre que se lo ha dado todo y es el capo de la mafia irlandesa del Illinois de 1931.

Camino a la perdición goza de una mirada prodigiosa y convierte imágenes y tonalidades en verdadero trasunto de unos personajes y un argumento que huelen a cine añejo. Un mundo de colores y angulaciones salen de la chistera de Sam Mendes, con la inestimable ayuda de Conrad L. Hall, el director de fotografía, que ganó dos Oscar con American beauty y Dos hombres y un destino.

Camino a la perdición, de Sam Mendes

El guión de Camino a la perdición es como una madeja que lentamente va desenredando sus nudos. Partiendo del comic homónimo de Collins y Rayner, el guionista David Self (Trece días) ha redactado cada línea bajo las pautas de familia y lealtad. Mendes, consciente del esquematismo de la historia y los personajes originales, suple con imágenes soberbiamente montadas por la responsable de Moulin rouge, que desprenden hermosura por todos los poros de la pantalla. La cuidada ambientación, un tempo y puesta en escena teatrales y la música de Newman realzan la arrolladora potencia visual de la película.

Con un presupuesto de 80 millones de dólares no parecía prudente arriesgarse con el reparto. La combinación NewmanHanks da más de lo esperado. Trabajan el uno con el otro y sacan las fuerzas de una exigencia personal, interior; su labor es impecable porque trabajan para enriquecer los personajes no para demostrar que pueden hacerlo. Por eso se les siente aun cuando no están en cuadro. Junto a ellos, y ni un pelo más abajo, hay que alabar los andares de Jude Law, su mirada certera y su sonrisa estremecedora cuando fotografía a los muertos.

Los recovecos de esta historia, las sombras y los silencios, nos dejan entrever un cuento de gánsters, un cuento sobre el ansia de redención con el aura del mejor cine clásico.

Ficha Técnica

  • Conrad L. Hall
  • Jill Bilcock
  • Thomas Newman
  • País: EE.UU.
  • Año: 2002
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