Camino: Rastrera caricatura

Camino es una niña de 11 años guapa, alegre e imaginativa. Vive en Madrid y estudia en un colegio de monjas. Un día comienza a sufrir fuertes dolores de espalda y, poco tiempo después, le diagnostican un gravísimo tumor.

La película recorre los últimos días de vida de Camino, que se debaten entre el mundo tenebroso que representa su madre, una mujer de fe que pertenece al Opus Dei, y la esperanza que le producen tanto el cariño incondicionado de su padre como su enamoramiento por un chico al que acaba de conocer.

Javier Fesser cambia de registro para narrar una soporífera historia de terror en la que da rienda suelta a su odio por sus mons­truos predilectos. En el fondo, el cambio de registro es relativo porque Fesser, al igual que en El milagro de P. Tinto o Morta­delo y Filemón, sigue instalado en la caricatura aunque el director haya declarado que ha hecho una radiografía.

El pequeño problema es que el material del que parte Fesser no es un personaje de ficción sino una persona real: Alexia Gonzá­lez-Barros, una chica madrileña que falleció a los 14 años después de una dolorosa enfermedad y que actualmente está en proceso de canonización. Un rótulo final le dedica la película.

Desde su óptica, que él mismo define de “ateo practicante”, Fesser ha hecho una pe­culiar adaptación de las tres biografías que existen sobre la vida de la niña. De estas biografías ha recogido datos, anécdotas y hechos reales que ha troceado, censurado y deformado para construir la parodia que buscaba. Una cruel caricatura que afecta sobre todo a la familia (una madre obsesiva, una hermana sin voluntad propia y un padre tan bondadoso como pusilánime), al Opus Dei (presentado como un hatajo de ilu­minados y fanáticos maniobreros que dominan a un rebaño de cortos mentales), y en definitiva a la visión cristiana de la vida y de la muerte. El mensaje en ese sentido es claro: Dios no existe y quienes creen en Él y valoran realidades como la oración, el sacrificio o la vida eterna son o unos malvados o unos ilusos.

Esperpento y saña

La propuesta cinematográfica de Fesser no funciona por varios motivos; la película es agotadoramente larga y deslavazada (a ratos uno se olvida de que está en el cine y parece estar ante una serie de televisión), la trama avanza a trompicones y al realizador madrileño le cuesta un triunfo terminar la historia (entre otras muchas falsedades se inventa la muerte de un personaje clave, simplemente porque le estorba para seguir con su ajuste de cuentas).

Hay buenas interpretaciones, especialmente la de la niña Nerea Camacho, muy emotiva. Juega en su contra una enfática y sensiblera música y una presentación de las intervenciones quirúrgicas que se hace insoportable.

Por otra parte, la beligerancia de Fesser le hace un flaco servicio a una película que, a pesar de su base real, resulta poco creíble tanto por el dibujo maniqueo de algunos personajes -construidos con un solo registro-, como por la caprichosa y deficiente ambientación o algunas curiosas decisiones de casting. En algunas escenas la saña de los ataques y lo burdo del esperpento causan vergüenza ajena.

A película vista -ha participado en el Fes­tival de San Sebastián-, se entiende -aunque sigue resultando triste y rastrero este modo de proceder- que Fesser no haya querido en ningún momento ponerse en contacto con la familia González-Barros. Para insultar y calumniar no se suele pedir permiso. El problema es el precedente que puede sentar una película como esta, que para criticar unas ideas y unas instituciones irrumpe a patadas en la tragedia de una familia.

Ficha Técnica

  • País: España, 2008
  • Fotografía: Álex Catalán
  • Montaje: J. Fesser
  • Música: Rafa Arnau, Mario Gosalvez
  • Duración: 143 m. Adultos
  • Distribuidora: Alta
  • Estreno: 17.X.2008
Suscríbete a la revista FilaSiete