Cartas a Roxane

Aunque podría denominarse Rostand in Love, la cinta de Michalik es mucho más: una declaración de amor al teatro y su mundo

Cartas a Roxane (Alexis Michalik, 2018)

Cartas a Roxane: Así se hizo (o casi) Cyrano

· La gestión de los espacios en Cartas a Roxane es algo teatral, y la importancia de la voz y de los discursos -en francés suena la mar de bien- es evidente; pero se trata de una película ple­namente cinematográfica, con un envidiable sentido del ritmo.

París, 1895, a modo de brevísimo prólogo vemos el úl­timo fracaso en la escena del dramaturgo Edmond Rostand, su situación es precaria. Dos años después todo si­gue peor, no solo no ha estrenado nada, ni siquiera es­crito nada, sus deudas aumentan y tiene una familia que mantener. Entonces la gran Sarah Bernhardt le re­comienda al famoso actor Constant Coquelin. Actor y es­critor acuerdan estrenar una comedia dentro de dos me­ses. Solo tiene que escribirla, conseguir financiación, ves­tuario, actores y actrices, ensayar y llenar el teatro. De momento solo tiene el título, Cyrano de Bergerac.

Llamemos a esta película Rostand in Love, y habremos hecho una buena primera aproximación; un autor blo­queado que necesita un éxito, una musa que tiene unos parlamentos -y alguna escena- parecidos a los de Vio­la (Gwyneth Paltrow)…

Afortunadamente Edmond (Cartas a Roxane) es mucho más. En primer lugar se trata de una declaración de amor al teatro y su mundo; es la adaptación a la pantalla grande de la obra de teatro de Alexis Michalik, actual niño prodigio de la escena fran­cesa. La obra tuvo un fenomenal éxito y su autor de­seaba llevarla a la pantalla grande desde hace tiempo. El resultado es notable; la época se presta a todo y ha­ce soñar, pero además los actores, en particular el trío pro­tagonista formado por el joven Thomas Solivérès, el veteranísimo Olivier Gourmet (Una íntima convicción, Dos días, una noche) y la inefable Mathilde Seigner se bastan para dar un gran espectáculo, sin des­preciar a ninguno de los muy numerosos secundarios, en particular Tom Leeb en el esencial papel de Léo.

Luego tenemos una trama compleja, que se desarrolla en los diversos niveles del mundo de la farándula, y con diversas subtramas; por ejemplo Edmond, hechura de Cyrano, compone los versos que dirá Léo para enamo­rar a Marie; y cada acción tendrá un espejo en algún lugar, orquestados a la perfección. Por otro lado existe un contexto cultural acerca de la evolución del teatro y del gusto del público que termina en una proyección del recién inventado aparato de los Lumière. Guiños y alu­siones no faltan, tampoco las inexactitudes; Michalik juega con el imaginario colectivo y reconoce que su tra­ma es ficción, no escribe historia.

La gestión de los espacios es algo teatral, y la importancia de la voz y de los discursos -en francés suena la mar de bien- es evidente; pero se trata de una película ple­namente cinematográfica, con un envidiable sentido del ritmo, y realiza un alarde casi mágico en la última es­cena de la obra de Rostand.

Un par de secuencias groseras, que no llegan a ofender, muestran una sorprendente superficialidad al tratar los afectos; de hecho en Francia esta película está calificada para todos los públicos. En la citada Shakespere in Lo­ve pasó algo similar.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Giovanni Fiore Coltellacci
  • Montaje: Anny Danché, Marie Silvi
  • Música: Romain Trouillet
  • Duración: 110 min.
  • Público adecuado: +16 años (S)
  • Distribuidora: A Contracorriente
  • Francia (Edmond), 2018
  • Estreno Online: 15.5.2020
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Reseña
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Historiador y filólogo. Miembro del Círculo de Escritores Cinematográficos. Ha estudiado las relaciones entre cine y literatura. Es autor de “Introducción a Shakespeare a través del cine” y coautor de una decena de libros sobre cine.
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