Código fuente

Código fuente: La confirmación de Jones

La nueva película de Duncan Jones le reafirma como un director sugerente y resolutivo.

En un panorama en el que la ciencia ficción de los últimos años estaba resultando de­salentadora, la opera prima de Duncan Jo­nes, Moon, se perfiló como una obra inteligen­te y cuidada hasta el más nimio detalle.

Tras lograr una decena de galardones con su carta de presentación, el director inglés vuel­ve al género futurista con Código fuente. Pro­tagonizada por Jake Gyllenhaal (Zodiac, El príncipe de Persia), la cinta sigue los pasos del capitán Colter Stevens. Atrapado en un lu­gar desconocido, el soldado se verá obligado a volver una y otra vez a un punto concre­to del pasado para averiguar la identidad de un terrorista que ha colocado una bomba en un tren. Con más preguntas que respuestas, Stevens intentará resolver el enigma de su situación personal mientras prueba di­feren­tes métodos para completar su cometido.

Jones se desliga del enfoque intimista, des­de el que se fundamentaba la narración de Moon, para construir un film de acción según los cánones hollywoodienses. Aunque Có­di­go fuente comparte muchas similitudes narra­tivas con la cinta precedente del director, y se repiten los mismos interrogantes éticos, su nueva película parece estar sometida a la ti­ranía del cine de palomitas.

Inteligente, elegante y ágil, el film tiene, sin embargo, decisiones narrativas incom­pa­ti­bles con la premisa planteada. En este senti­do, el guión de Ben Ripley man­tiene su sol­vencia durante gran parte de la narración, aun­que en el úl­timo tercio se aban­dona la lógi­ca interna del universo de cien­cia ficción que se nos pre­senta (el envío del mail), a lo que hay que añadir la inclusión con calzador de la historia de amor. Con to­do, la efectividad del montaje, la cuidada fo­tografía, los efec­tos visuales y la pensada pla­nificación lo­gran contrarrestar los defectos del guión.

Lejos de la genialidad de Moon, la nueva pe­lícula de Jones le reafirma como un director sugerente y resolutivo que puede dar­nos gratas sorpresas en un futuro no muy le­jano.