Corazones valientes: Poco ruido y menos nueces

· Crítica de Corazones valientes | Estreno 30 de septiembre de 2022.
· Los minutos pasan y la narración no termina de arrancar, y la emoción se va diluyendo por momentos, desaprovechando todas las posibilidades dramáticas de poner a un grupo de niños urbanos en un paraje lleno de vida salvaje.

1942. Una conservadora del Museo del Louvre esconde a seis niños judíos de los nazis, ocultándolos en un bosque. Así contada, la historia parece tener su miga, pero la directora Mona AchacheEl erizo (2009), Las gacelas (2014)- no consigue sacarle el suficiente provecho para atrapar al espectador, debido sobre todo a que ha olvidado meter en la ecuación la palabra «suspense», no percibiéndose verdadera tensión en ningún momento; y eso que los niños huyen de la conocida como la Redada del Velódromo de Invierno de París, donde se arrestaron a más de 10.000 judíos que fueron enviados posteriormente a campos de exterminio.

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El comienzo es prometedor, con la llegada de los niños a un castillo y su posterior ubicación en un bosque cercano. Allí los jóvenes protagonistas se van conociendo y hacen pequeños descubrimientos. Todo un poco minimalista, una sucesión de anécdotas sin demasiada conexión. Pero los minutos pasan, y la narración no termina de arrancar y la emoción se va diluyendo por momentos, desaprovechando todas las posibilidades dramáticas de poner a un grupo de niños urbanos en un paraje lleno de vida salvaje; y los pocos acontecimientos dramáticos que hay no están bien integrados en la narración bélica, dan más la sensación de ser el simple resultado del azar.

La puesta en escena tiene poco músculo, abusando de un filtro azul que canta por soleares en las escenas nocturnas. Pero hay sobre todo un problema de guion, de no tener en movimiento la historia y dejarla morir en un cruce de caminos. El relato podría haberse decantado por alguno de ellos. Podría haber cogido la muy transitada ruta de la aventura, a lo Escuela de robinsones de Julio Verne o adentrándose en la obra de Mark Twain, que tuvo una gloriosa carrera literaria a base de chicos descalzos, ríos y bosques; pero reconozcámoslo, no hay mucha aventura en Corazones valientes.

También podría haber cogido el camino claroscuro del relato de amistad y madurez a lo Stand by me (1986), cosa que no hace con decisión salvo breves apuntes y dándole el pertinente toque LGTBI de cuota; ni tampoco es una visión de la guerra desde la perspectiva infantil como podría ser El imperio del sol (1987); ni es un estudio de la maldad humana ni del fin de la inocencia como en El señor de las moscas, de William Golding; ni tampoco se atreve a dar el salto para meterse por la vereda fantástica con aire a lo Peter Pan y sus Niños Perdidos, pues con guerra, niños y fantasía se han hecho películas como las de la serie de las Crónicas de Narnia o El laberinto del fauno (2006).

En vez de recorrer alguna de esas sendas la historia se queda como parada, ensimismada, cogiendo algo de todas pero sin llegar a adentrarse por ningún camino. A veces esto ocurre porque, como dice el refrán, muchos cocineros estropean la sopa, y aquí tenemos a cuatro guionistas. Pero no tendría por qué ser así, Lo que el viento se llevó (1939) tuvo casi una docena de escritores entre acreditados y uncredited, y ahí sigue, imperecedera, aguantando los avisos explicativos de la HBO.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Isarr Eiriksson
  • Montaje: Beatrice Herminie
  • Música: Benoit Rault
  • Diseño de producción: Véronique Sacrez
  • Duración: 92 min.
  • Público adecuado: +14 años
  • Distribuidora: Adso
  • Francia (Coeurs vaillants), 2022
  • Estreno: 30.9.2022
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Reseña
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Escritor de relatos de terror y misterio, y guionista de cine y televisión. Admirador de Ford, Kurosawa, Spielberg y Hitchcock, no necesariamente en este orden