Vampiro, de Álex Montoya: Ruin

· Vampiro se desarrolla en una carretera, en un espacio de­sértico que acoge la sinrazón de un tipo sin escrúpulos.

Álex Montoya es uno de los directores más prolíficos en el universo del corto. Su amplia trayectoria, con propuestas muy vinculadas a la realidad social, está avalada por numerosos reconocimientos tanto a nivel nacional co­mo internacional. Por eso, la llegada de un nuevo proyecto suyo concita siempre cierta expectación.

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Vampiro, su última obra, retrata la desigual relación que se establece entre un guionista que contrata a una pros­tituta para documentarse sobre una película y esta es­clava del amor. Es la premisa de una cinta que destapa la irracionalidad de un individuo que, amparado en su posición de dominio, mantiene un comportamiento ruin ha­cia su eventual antagonista.

Desde Rec (1999), realizado junto a Raúl Navarro, sus piezas abundan. Así, en 2005 firma, también jun­to a Navarro, el interesantísimo El punto ciego. Pos­te­rior­men­te, y ya en solitario, deja su huella fílmica y su ta­lento en títulos como Abimbowe (2008), Cómo conocí a tu padre (2008), Marina (2010), Maquillaje (2011), Lu­cas (2012) y El tío (2013).

Álex tiene la inmensa habilidad de contar historias di­fíciles y perturbadoras, envolviendo su mensaje bajo un manto aparentemente amable. Ya lo hizo en Abimbo­we, sobre la discriminación a los inmigrantes, en Maquillaje, sobre las falsas apariencias, o en Marina, sobre la pros­titución, con un inmenso Luis Zahera (Que Dios nos perdone, Entre pipas). El cineasta va­lenciano cuida la composición formal y logra trasladar su idea de forma nítida.

Vampiro se desarrolla en una carretera, en un espacio de­sértico que acoge la sinrazón de un tipo sin escrúpulos. Con pulso enérgico, la obra se ayuda de una potente ilu­minación a través de la fotografía de Guillem Oliver, que invade de color esta película de estética muy interesan­te, reforzada por la magia musical de un maestro co­mo Fernando Velázquez.

Montoya aborda la sordidez con un tono un tanto hu­morístico a veces, que materializa la dinámica de sus pro­ducciones. En este cortometraje, bajo ese aparente re­curso de un intercambio sin más, desvela el comportamiento vergonzoso de un verdadero sociópata. Desbroza en diferentes escenas el intento de aniquilación a otro ser humano.

Otra virtud reconocida en el cine de este director es su implicación con los actores, de los que suele obtener los mejores resultados. Aquí, destaca Irene Anula -su ac­triz fetiche-, que crea un tipo de personaje que transmite sus emociones de forma visceral, concediendo un marchamo de autenticidad a cada una de sus intervenciones. Sobresale también Jorge Cabrera, un descubrimiento que ofrece, de manera ejemplar, la expresividad arre­batadora que requiere su papel.

En conclusión, Álex Montoya consigue en esta pieza man­tener esa línea creativa que le sitúa en el olimpo de los nuevos cineastas que llegan y que son ya presente en nuestro cine.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Guillem Oliver
  • Música: Fernando Velázquez
  • Sonido: Pedro Aviñó
  • Dirección de Arte: Maje Tarazona
  • Duración: 19 min.
  • Público adecuado: +18 años
  • Productora: Raw Pictures
  • España, 2016
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