Creed. La leyenda de Rocky

Ha ganado el Globo de Oro por interpretar por 7ª vez a Rocky Balboa. Y probablemente dentro de unos días ganará también el Oscar. Director, productor, guio­nista, actor… Lo ha hecho casi todo en la industria del cine. Ha sido criticado en muchos momentos, pe­ro como el mítico boxeador se ha levantado una y otra vez. Llegaron a decir que era el nuevo Marlon Bran­do pero en los últimos 90, con apenas 40 años, ya era un actor acabado. Hoy, a los 69, borda su papel de entrenador del hijo del míti­co Apolo Creed.

Esta vez la historia tiene más sensatez que Rocky 6. Una cosa es reírse de sí mismo en Los mercenarios y otra muy distinta es subirse al ring y pelear como un vein­teañero más. Esta vez Stallone ha dejado que Ryan Coogler, que ya cosechó todo tipo de premios con Fruitvale Station, sea el director y guionista de es­ta nueva reedición del clásico.

Los tres personajes que monopolizan la historia, Ro­cky, Creed y su novia, están muy bien escritos, con un de­sarrollo dramático ejemplar en el que hay matices y empatía con el espectador. La música del hasta ahora com­positor televisivo sueco Ludwig Göransson (Commu­nity, New Girl) sorprende porque resuelve con bas­tante talento la difícil tarea de reemplazar a la insustituible banda sonora de Bill Conti.

Coogler logra que la cámara pase inadvertida, tam­bién en los combates en los que utiliza una va­ria­da pla­nificación que va desde elaborados planos se­cuen­cia, que facilitan que el espectador pelee con el pro­ta­go­nista, a una edición inteligente de planos me­ta­fóricos.

Creed. La leyenda de Rocky puede parecer una película sencilla, aparente­men­te funcional, pero no es así. La historia tiene emoción y sorpresa, ritmo y actualidad. El clásico pervive gra­cias al talento de Stallone que ha sabido cuidar a su mejor personaje poniéndolo, una vez más, en buenas manos.