Maya

Maya: Traumas de la guerra

· No es el mejor trabajo de esta directora, pero Maya es una obra bonita y bien trabajada, incluida la Serenata de Schubert que acompaña todo el tiempo al protagonista y al espectador.

Gabriel, treinta años, periodista especializado en crónicas de guerra, estuvo cuatro meses prisionero del ISIS en Siria. La película comienza con la llegada de Gabriel a París. Tras unos días de chequeos médicos, de ver a viejos amigos y a su antigua novia, arrastrando siempre una cara larga, decide viajar a Goa, donde pasó su infancia, para recuperarse del trauma psicológico. Allí es recibido calurosamente por su padrino, propietario de un hotel de lujo, y por su hija Maya, de 17 años.

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Mia Hansen-Løve hace un curioso relato sobre los problemas psicológicos de los reporteros de guerra, probablemente pensando en su abuelo, que fue uno de ellos. A ello se debe el pudor y la asuencia de sentimentalismo con el que aborda a Gabriel, hombre a priori agradable pero con quien resulta difícil empatizar ya que siempre se cierra en un feroz mutismo. Gabriel es un comunicador que no comunica. La narración de Mia Hansen-Løve es puramente visual y superficial, ya que no logra penetrar la coraza protectora del protagonista. Al contrario, hace subir la tensión entre el reportero francés y la joven hindú, y resuelve ese conflicto de un modo, a primera vista desconcertante, a primera vista de un descarado egoísmo. Sin duda no es así, no es esa la intención de la autora, y esa percepción se debe a que la narración, excesivamente visual, no da todo lo que debería: vemos bellos y lentos paseos por la India donde Gabriel se recupera; Maya aparece como un sueño, una ayuda, pero no es un futuro.

No es el mejor trabajo de esta directora, pero es una obra bonita y bien trabajada, incluida la Serenata de Schubert que acompaña todo el tiempo al protagonista y al espectador, pero deja la impresión de que nos falta historia.