CRÍTICA El viejo que leía novelas de amor: Intimismo en la selva amazónica

El viejo que leía novelas de amor | Alguna vez he oído decir que sólo se protege bien lo que se conoce bien. Y eso es lo que aprende a hacer Antonio José Bolívar (Richard Dreyfuss) con la naturaleza ayudado por los shuar, tribu jíbara de la selva amazónica que le acogerá y le enseñará a respetar su entorno. El viejo que leía novelas de amor adapta a la gran pantalla la novela del chileno Luis Sepúlveda (traducida a 14 lenguas y ya en su 46ª edición). De Heer, holandés afincado en Australia, sabe leer este relato de paraísos sacudidos por la llegada de la civilización, representado por una partida de cazadores sin escrúpulos.

En oposición a la idílica (e idealizada) vida salvaje de los shuar, el alcalde despreciable y sudoroso (convincente Timothy Spall) encarna el abuso de poder, la corrupción. Un singular y bohemio dentista provee a Bolívar de novelas de amor, esas de «gran sufrimiento y finales felices».

Acierta la película al adoptar un tono intimista y contemplativo, en una narración en la que no falta la acción. En el debe de la cinta hay que anotar el tono desdibujado de algún personaje y el abuso del monólogo de Bolívar, que podría haberse obviado. Sin duda, el gran protagonista de esta película es el español y oscarizado Gil Parrondo, responsable de la dirección artística. Las localizaciones de la Guayana francesa son realmente hermosas.

Ficha Técnica

  • Música: Fernando Sancho y Graham Tardif
  • Fotografía: Denis Lenoir
  • Montaje: Tania Nehme
  • Dirección artística: Gil Parrondo y Pierre Voisin
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