Cuentos de Terramar: A la sombra de Hayao Miyazaki

La última película del Studio Ghibli llega a nuestras pantallas después de mucha expectativa, aderezada con un poco de polémica. Tras las varias tentativas de retirada de Hayao Miyazaki, es evidente que el estudio de animación necesita un relevo a marchas forzadas.

En un intento estratégico por parte del productor Toshio Suzuki, se le ofreció la dirección del nuevo proyecto al hijo del maestro: Goro Miyazaki. La controversia subsiguiente vino por la rotunda oposición del padre a que el hijo se encargara del proyecto, puesto que la incursión en el mundo de la animación de este último era nula: encargar tamaña tarea a un principiante parecía a todas luces arriesgado.

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El otro punto discutible es que el film no se basaba únicamente en la novela de Ursula K. Le Guin, sino también en un libro de ilustraciones de Hayao Miyazaki titulado Shuuna no TabiEl viaje de Shuna (1983). Aunque se ha dicho que esta obra fue una primera adaptación del relato de Le Guin, en realidad el germen de la narración es un cuento tibetano llamado El príncipe que se transformó en perro.

Con todo, el problema principal de Cuentos de Terramar no radica tanto en que toca de forma tangencial el libro en el que está basado como que esté tan estrechamente vinculado al universo visual de Hayao Miyazaki. No sólo en lo que a diseños de personaje se refiere, sino en la utilización de determinados elementos que remiten a La princesa Mononoke o a Nausicaä del Valle del Viento.

La belleza de los fondos y la calidad de la animación demuestran el buen hacer del estudio, pero en la planificación se trasluce la falta de experiencia del director y se revela que, en manos de un realizador más experimentado, se podrían haber explotado de forma más efectiva muchos recursos. No obstante, los elementos funcionan y el conjunto visual es coherente y comprensible.

A pesar de los problemas visuales que toda opera prima pueda tener y que son perfectamente excusables, el gran escollo del film se encuentra en un guión firmado por los debutantes Goro Miyazaki y Keiko Niwa.

El relato tie­ne altibajos rítmicos, el hilo argumental da bandazos narrativos y la motivación de algunos de los personajes resulta demasiado vaga y obtusa. En el segundo pun­to de giro la acción se vuelve precipitada y algunas de las resoluciones se tornan engañosas.

Globalmente, Cuentos de Terramar es una película interesante y de una gran belleza estética, pero con el inconveniente de haber sido realizada en el Studio Ghibli y de que el realizador sea el hijo del consagrado cineasta Hayao Miyazaki. Su descendiente Goro se queda a la sombra del padre y no consigue una voz propia debido a la carencia de un universo visual propio.

Habrá que ver con el tiempo si el audaz intento del Studio Ghibli da fruto y Goro Miyazaki crece como director y se despoja completamente de las trazas artísticas de su padre. Como primer intento resulta un filme más que aceptable, que sigue la línea temática más adulta de la productora. Cuentos de Terramar -al igual que Porco Rosso o La princesa Mononoke– está destinada a un público adolescente y adulto. Buena prueba de ello es que la distribuidora Aurum sólo ha distribuido la película en salas de versión original subtitulada. Esperemos que esta iniciativa abra las puertas a otras obras de anime que por ahora sólo logran ver la luz en España en formato DVD.

Ficha Técnica

  • País: Japón (Gedo senki, 2006)
  • Música: Tamiya Terashi
  • Duración:115 m. Jóvenes
  • Distribuidora: Aurum
  • Estreno: 21.XII.2007
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