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Declaradme culpable

La pericia y maestría de Lu­met hacen de este filme, en teoría claustrofóbico y aburrido, un abierto y apasionante relato lleno de intriga

Declaradme culpable (2006)

Declaradme culpable: Aparente facilidad del trabajo bien hecho

Declaradme culpable | Es cierto que Sidney Lumet, con sus más de cuarenta filmes realizados (Doce hombres sin piedad, 1957. Serpico, 1973. Tarde de perros, 1975. El príncipe de la ciudad, 1981. Veredicto final, 1982), es un maestro, pero le honra seguir dando ejemplo al trabajar a conciencia. Tiene 80 años. Co­men­zó a preparar este filme ¡a finales de los ochenta! Y se empezó el rodaje en 2004.

Declaradme culpable tiene como base fuerte un hecho realmente sucedido, el juicio contra veinte mafiosos de New Jersey, juicio que ha sido el más largo de la historia penal en Es­tados Unidos: duró casi dos años, de 1987 a 1988. Y asegura la productora de la cinta que la transcripción de los diálogos y las declaraciones judiciales, de testigos, de acusados, del fis­cal, de los abogados defensores (que también eran veinte: uno por cada acusado) se atie­nen a lo que realmente se dijo y cómo se di­jo.

Lumet tiene ya una especialidad cinemato­grá­fica, y es ésta: los juicios. Recuérdese el cla­mor y entusiasmo que provocó en 1957 con su Doce hombres sin piedad. Es coherente que, con el prestigio adquirido en el buen tratamiento del tema, se esmerara también en la pre­paración de este filme. Uno de los veinte acu­sados era Giacomo DiNorscio, que cum­plía condena por otro delito y asistió esposado o vigilado a este nuevo juicio. De modo que esa preparación, antes aludida, consistió en par­te en mantener conversaciones telefónicas dia­rias -los diez minutos permitidos- con el en­carcelado DiNorscio; diecisiete años después -en 2000 aproximadamente- sale de la cárcel y se im­plica plenamente en la información para la completa y acabada redacción del guión.


No sólo es sorprendente y atractivo, y difícil de llevar bien al cine, un juicio que dure dos años, sino la decisión del jurado. Por un la­do, el fiscal quizá olvidó esa máxima jurídica summum ius, summa iniuria, que en traducción muy libre sería “aplicar estrictamente la ley, por inhumano, trae consecuencias muy ne­­gativas para la verdad”. No dejó de ser sin embargo humana, demasiado humana, la decisión del jurado.

Sea como sea, la pericia y maestría de Lu­met hacen de este filme, en teoría claustrofóbico y aburrido, un abierto y apasionante relato lleno de intriga. Ahí se trazan caracteres, personas de verdad, con sus intenciones, miserias y mentiras, con sus valores y virtudes, sus dramas íntimos. Sobre todos brilla la atractiva per­sonalidad de DiNorscio -defensor de sí mis­mo-, espléndidamente interpretada, arrolladoramente vivida, por Vin Diesel, que es el contrapunto de humor, de comedia, del payaso que oculta con su risa su propia tragedia. Me­re­ce un Oscar. Y la película también.

Si el guión es una perfección, si la dirección -ritmo, pausas, encuadres- de Sidney Lumet es magistral (tanto que no se nota que alguien esté dirigiendo), todos los responsables en el equipo han llevado a cabo sus cometidos con igual perfección. El color es real, o casi, pues se ha rodado con vídeo de alta definición. La pintura de la sala del juicio, los trajes, las localizaciones, todo tiene un esmerado estudio previo que consigue una elegante perfección.

Junto a Vin Diesel, los demás actores –Pe­ter Dinklage, como principal abogado defensor, Li­nus Roache como el fiscal, Ron Silver en el juez- están también magníficos. Y en su breve, pero tremendo papel, Annabella Scio­rra.

Ficha Técnica

  • País: EE.UU. (Find Me Guilty, 2006)
  • Fotografía: Ron Fortunato
  • Montaje: Tom Swartwout
  • Música: Jonathan Tunick
  • Distribuidora: DeAPlaneta
  • Estreno en España: 28.04.2006
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