Downton Abbey: Una nueva era

Downton Abbey: Una nueva era | Punto final

· Crítica de Downton Abbey: Una nueva era | Estreno 29 de abril de 2022.
· A falta de originalidad, cada trama tiene suficiente interés para mantener la atención del público, cosa nada difícil gracias a la calidad del reparto y al empaque de la producción.

Estamos en 1928, no mucho después de la visita real al castillo narrada en la película anterior. Downton Abbey: Una nueva era comienza con la anciana Violet Crawley en Downton. Ha reunido a sus hijos y nietos para comunicarles que ha recibido un regalo, una villa en la Riviera francesa, de un noble francés de quien estuvo enamorada hacía mucho tiempo y que acaba de fallecer. Robert Crawley y su esposa viajan al sur a conocer a los franceses y evitar que impugnen el testamento, y de paso enterarse de qué hubo entre su madre y el difunto conde. Mientras tanto, lady Mary -la hija de Robert– se queda al mando en Downton Abbey, y recibe a una compañía cinematográfica que les ha ofrecido una buena suma de dinero por dejarles rodar en su casa. Ese dinero les permitirá restaurar la techumbre y afrontar la década siguiente con dignidad.

Dos tramas paralelas, no demasiado originales -los británicos en Francia son tema de cientos de novelas y obras de teatro, la parte fílmica tiene mucho de Gente con clase, de Noël Coward, de Cantando bajo la lluvia, y también de la verdadera historia de Downton Abbey -Highclere Castle-, salvado de la ruina gracias a la serie de televisión. Pero, a falta de originalidad, cada trama tiene suficiente interés para mantener la atención del público, cosa nada difícil gracias a la calidad del reparto y al empaque de la producción. Si además uno es fan de la serie, disfrutará viendo a esa entrañable tropa una vez más, y en pantalla grande.

El guionista Julian Fellowes, creador de la serie y autor de la película de 2018 ha escrito lo que podría ser el último capítulo de Downton Abbey -luego veremos si es el caso-, y juega admirablemente la carta de la nostalgia. La cinta tiene un claro aire de despedida y es todo un homenaje para la veteranísima Maggie Smith. El resultado no es antológico, pero se trata de un regalo para el espectador, una obra encantadora, que canta las esencias británicas tan bien como los españoles denostamos las nuestras.

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