Dunkerque: Arriesgado minimalismo

· La opción de Nolan por eliminar el protagonismo sin­gular en Dunkerque, y mostrar una masa en la que aparecen como ca­nalizadores del flujo dos figuras paternales, es inteligen­te.

Fui a ver Dunkerque con miedo. Porque, como saben, In­terstellar me pareció una castaña, pretenciosa hasta de­cir basta. Algo parecido (más) me ocurrió con Origen. Me aburrí mucho, mucho en ambas.

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La nueva película del británico Nolan tiene muchas de sus virtudes como realizador: es un buen director, eso lo tengo claro aunque, por lo general, no me guste del to­do nada de lo que ha hecho hasta ahora.

Se minimizan lo que a mi parecer son sus defectos ha­bituales: pomposa ampulosidad en imagen y sonido, re­tórica hueca, filosofía de mesa camilla presentada con ín­fulas, estiramiento de los conflictos de identidad y auto­conocimiento hasta el desvarío.

Puse en mi cuenta de twitter -no saben lo feliz que soy por haber decidido que sería una cuenta exclusivamente profesional- algo que quiero rescatar: “Me gustan al­gunas cosas de Dunkerque. Ninguna más que ésta. El “bue­nas tardes” del piloto RAF tras el amerizaje. Admirable british reserve”.

Como habrán percibido, lo que destaqué es un retazo de guion. Y me refiero a él, antes que a la indudable ca­lidad fotográfica de la película, que usa el formato pa­norámico con inteligencia y criterio. La cinta tiene un mon­taje de sonido atronador muy del gusto de Nolan. Los exhibidores no se cortan y modulan hasta convertir el visionado en una pesadilla auditiva. Quizás sea el pre­cio que paga Nolan por ahorrarle al espectador una pe­lícula sanguinolenta.

Una monumental derrota, una hazaña simétrica

El que no conozca la historia de esa monumental derrota que los ingleses consideran con razón una hazaña en los anales de las retiradas, puede no entender lo que ocu­rrió en las playas de las costas del norte de Francia jun­to a Bélgica.

La película de Nolan opta por un minimalismo argumental perfectamente legítimo y, para mí, hasta cierto pun­to comprensible. Lo que no termino de explicarme es la confianza del director en que el público sabrá lle­nar los enor­mes huecos de información que tiene la película.

El recurso a los rótulos iniciales y finales en Dunkerque, además de ser estéticamente discutible, creo que es claramente in­suficiente. Nolan está tan seguro en su abstracción, tan­to, que en su película los alemanes no existen, no apa­recen. Su presencia se limita a dos o tres aviones, sin que veamos siquiera a los pilotos. El director de Origen ha debido pensar que la mejor manera de explicar el na­zis­mo es no concederle un rostro.

La repatriación de más de 300.000 miembros de la Bri­tish Expedinationary fue posible porque las divisiones blindadas alemanas frenaron su avance vertinigino­so, en parte por la resistencia ofrecida por franceses (por una vez no hicieron el ridículo en la II GM) e ingleses, cu­yos carros y artillería no eran las mejores pero eran…

La RAF, la fuerza aérea británica, se empleó muy a fon­do para impedir que la aviación alemana masacrara a pla­cer a las tropas que se agolpaban en las playas y los pan­talanes, tras el bombardeo del puerto.

Dos figuras paternales

La opción de Nolan por eliminar el protagonismo sin­gular, y mostrar una masa en la que aparecen como ca­nalizadores del flujo dos figuras paternales, es inteligen­te: el padre que navega con su hijo y un amigo en un pe­queño barco de recreo para rescatar soldados, por un la­do; y el capitán de navío Bolton (claramente inspirado en el almirante William Tennant), que coordinó la ope­ra­ción de repatriación sobre el terreno. Es esta una de­ci­sión que me parece acertada, porque no es necesario ane­gar la pantalla de sangre, ni de escenas de trágicos hun­dimientos, que hubo muchos.

Aunque, insistiré en lo que un historiador con quien vi la película me comentó: “¿entenderán los espectadores que los fallecidos, heridos o desaparecidos entre los sol­dados aliados llegaron a 60.000? ¿Entenderán que los bri­tánicos, belgas y franceses repatriados abandonaron en las playas su artillería y carros de combate, más unos 50.000 vehículos, que volaron casi todos los polvorines? ¿Se darán cuenta de que los alemanes no las tenían todas consigo y que la decisión del Mariscal von Rundstedt de frenar a Rommel y Guderian en su avance vertiginoso es comprensible porque se estaba definiendo por primera vez algo que por poco que se conozca la historia mi­litar es clave: el avance de los carros sin el acompañamiento de la infantería y de todo el apoyo logístico de una división acorazada es arriesgadísimo? De hecho, Runds­tedt no andaba muy equivocado porque los aliados contraatacaron tomando Arras e hicieron frente al avan­ce alemán. Por otro, lado estamos en mayo del 40 y no es ninguna locura pensar que Hitler tuviera en la cabeza un acuerdo con los británicos en el que usar como mo­neda de cambio los 400.000 hombres embolsados en Dun­kerque…”.

En fin, como ven, el tema es apasionante. Y, sincera­men­te, creo que al cine o al menos a Nolan le viene gran­de, aunque la película sirva para que muchos espectadores se acerquen a conocer una de las operaciones mi­litares más estudiadas de la historia.

Del 27 de mayo al 4 de junio de 1940, navegaron rum­bo a Inglaterra 338.226 hombres, incluyendo casi 140.000 soldados franceses, polacos, belgas y holandeses. Se usaron 861 embarcaciones (de las que 243 fueron hun­didas). Cayeron en acción 106 cazas británicos frente a 135 aparatos alemanes, según Liddlell Hurt. MacDonald dice que fueron 177 frente a 240.

Me alegra haber revisado estos datos sobre la opera­ción Dynamo, porque la película de Nolan es, como todas las suyas, una ensoñación, y esa pesadilla titulada Dun­kerque es valiosa y hasta cierto punto lograda como re­lato del horror de la guerra. Aunque, a mí, me sigan sin gustar la narrativa y la poética de Nolan.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Hoyte Van Hoytema
  • Montaje: Lee Smith
  • Música: Hans Zimmer
  • Duración: 107 min.
  • Público adecuado: +16 años (V)
  • Distribuidora: Warner
  • EE.UU. (Dunkirk), 2017
  • Estreno: 21.7.2017
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