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El amor imperfecto

Otra meta volante -Fuera del mundo, Italiano para principiantes, Deseando amar- en un recorrido ciclista alternativo, muy atractivo para los que acusan la veloz monotonía de las autopistas

El amor imperfecto (Giovanni Davide Maderna, 2001)

El amor imperfecto: Piccolo grande amore

«Si en el cine italiano e internacional se puede observar en los últimos tiempos una tendencia a afrontar temas importantes como la enfermedad, la muerte, el dolor y cómo todas estas experiencias afectan a las vidas de las personas, puede deberse a la necesidad de algunos cineastas de reflexionar sobre todo ello desde un punto de vista distinto al de los medios que día a día tratan estos temas y los introducen en las casas de la gente a través de la televisión, en el formato de telediarios. La diferencia reside en la forma, en el estilo con el que se narra». El que así habla es el director de esta señora película. Maderna (Milán, 1973) se llevó el premio a la mejor opera prima del Festival de Venecia por Questo è il giardino (1999). Este su segundo largo, una coproducción italo-española en la que está implicado Gerardo Herrero (El alquimista impaciente, El hijo de la novia, Sin noticias de Dios).

El amor imperfecto es otra meta volante –Fuera del mundo, Italiano para principiantes, Ni uno menos, Deseando amar, Vuelvo a casa, Recursos humanos– en un recorrido ciclista alternativo, muy atractivo para los que acusan la veloz monotonía de las autopistas (ese cine banal y pachanguero que cuenta una y otra vez las mismas historias).

Quizás me comprenderán mejor, cuando les permita asomarse al argumento escrito por Maderna, que se ha inspirado en un historia real -ocurrida en Turín en 1998, con bastante eco en a prensa italiana- para construir un relato de ambientación napolitana: Sergio, un joven de treinta años, trabaja en un gran supermercado. Su mujer, Ángela, de origen español y católica, está a punto de dar a luz a su primer hijo. Aunque los médicos le diagnosticaron una grave malformación (anencefalia), los padres se niegan a recurrir al aborto. Ángela confía en un milagro que permita sobrevivir a su hijo. Mientras se enfrentan a esta dolorosa situación agravada por las acusaciones de querer comerciar con los órganos del niño, la policía investiga un caso en el supermercado donde Sergio trabaja…


Una historia tan excepcional como ésta, provista de unos diálogos de alto riesgo, requería actores muy inteligentes. Lo Verso y Carnelutti se mueven por encima del notable. Marta Belaustegui y Scribani clavan interpretaciones que despiden la hermosura de lo corriente, sin concesiones al docudrama ni a ese maldito y extendido infotaiment de género negro, que diariamente nos arrojan a la cara Urdazi y compañía. Salvo alguna indecisión en el montaje, me convencen todas las opciones de Maderna para contar una historia distinta, de gente común que no suele salir en la pantalla. Secuencias como las del relato del milagro de Calanda demuestran que cuando uno se empeña en ser ético (en este caso, acercarse noblemente a la religiosidad) es necesario cuidar muchísimo lo estético [no en vano, se trata del mejor momento de una película, que los tiene muy buenos].

Me viene la melodía del bueno de Claudio. Piccolo grande amore, canta Baglioni, y asocio -sin saber por qué- con Marta Belaustegui hecha maternidad, cantando a su niño descerebrado e inerme: un amor que de puro natural es ya milagro. Un milagro del que nada entienden los verdugos, abismados en el vértigo de su loca quimera, de su mundo perfecto, implacables enemigos de lo arcaico, terribles campeones del progreso.

Maderna al habla

«Empecé -ha declarado Maderna– escribiendo guiones. Siempre me gustó escribir, y mi idea del cine implica que haya una historia que contar. En este caso, la historia se inspira en un hecho que sucedió realmente en Turín y que influyó mucho sobre mí, sobre todo por la forma en que la prensa lo contó. Con esto no quiero decir que haya querido hacer algo que en cierto modo pudiera resarcir a esas personas, sino únicamente expresar mi reacción personal. No quise hacer una elaboración cultural del hecho, sino que desde el principio de la escritura del guión intenté afrontar la historia de los dos protagonistas de forma personal y muy intuitiva. Recogí información exclusivamente en función de la credibilidad de los hechos, pero nada más. Ya sé que el policía y el médico parecen muy didácticos, pero esto fue deliberado. No podía eliminar totalmente la parte intelectual de lo sucedido y, aunque alejándola del corazón de la historia, he querido conservarla, confiando este discurso deliberadamente didáctico a dos personajes colaterales.

Decidí incorporar en la religiosidad de la protagonista femenina un elemento arcaico, primitivo (el milagro de Calanda) precisamente porque en una historia tan moderna y actual, que no pretende ser didáctica ni intelectual un elemento tan claramente anacrónico era un fondo perfecto.

Elegí la ciudad de Génova por su bipolaridad; al igual que la película, es una ciudad integrada por dos partes distintas pero indivisibles: la más antigua, en la que se encuentra el puerto, por ejemplo, en un medio natural de mar y colinas, una parte que podríamos ver también como una parte arcaica, primitiva; y la más reciente, artificial, con edificios modernos. En la película es evidente esta relación entre el primitivismo del relato del milagro de Miguel Juan Pellicer, al cual, la Virgen del Pilar de Zaragoza le hizo el milagro de devolverle la pierna que le había sido amputada a resultas de un accidente, y la modernidad de la historia de los padres y su elección de donar los órganos. Expresaba, en suma, una polaridad entre lo arcaico y lo moderno, entre naturaleza y acción del hombre, que me interesaba.

En realidad, en El amor imperfecto hay dos historias: las vicisitudes dramáticas de los dos jóvenes y de su bebé se entrelazan, y a veces discurren en paralelo con la también inquietante del misterio de la joven del supermercado. Pero este personaje no está desarrollado porque es sólo un pretexto. El personaje que yo quería definir y construir es el del inspector Sironi, que de una actitud inicial de frialdad y desconfianza pasa a sentirse conquistado por el candor y la fe de una mujer que todavía cree en los milagros».

Ficha Técnica

  • Fotografía: Yves Cape
  • Montaje: Paola Freddi
  • Música: Bernardo Bonezzi

Italia-España (L’amore imperfetto), 2001

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