El amor y otras cosas imposibles

El amor y otras cosas imposibles: El tirón de Natalie Portman

El amor y otras cosas imposibles narra las grie­tas que se producen en una relación de pa­reja tras la muerte súbita de su bebé de tres días. La madre (Natalie Portman), inca­paz de afrontar la realidad, se va hundien­do poco a poco mientras afloran otro ti­po de situaciones desagradables como la ti­ran­te relación con su hijastro, el rencor acu­mu­lado hacia su padre o el enfrentamien­to fron­tal con la ex-mujer de su marido.

Basada en la novela Love and other impo­ssi­ble pursuits, de la escritora norteamericana Ayelet Waldman, la película se enmarca den­tro de esa corriente de cine americano de planificación sencilla que centra toda su aten­ción en la compleja relación entre los personajes: En la habitación, de Todd Field; Clo­ser, de Mike Nichols; o Crash, de Paul Haggis. Con todo, el peso fundamental del dra­ma correrá a cargo de Portman que, a pe­sar de su buena interpretación, no logra sal­var una narración excesivamente sensible­ra y mal estructurada. De hecho, la cinta -es­trena­da en EE.UU. en 2009- parece estrenar­se aprovechando el tirón mediático de la ac­triz tras obtener el Oscar por Cisne negro.

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El guionista y director Don Roos –Algo que contar, Un final feliz– juega con el descon­cier­to en los primeros minutos, de tal for­ma que el espectador malinterpreta la ten­sión en­tre madre e hijastro por la al­teración del eje narrativo temporal. Así, po­co sen­tido tiene la inserción, tras unos vein­te minutos, de la forma en que se conoce la pareja; explicación inne­cesa­ria una vez que los personajes ya han sido pre­sentados y definidos.

Aburrida en muchos tramos, demasiado am­biciosa en otros al tratar de abarcar muchos frentes narrativos (la relación con su ami­ga o con su hermana, la ira hacia su padre, etc.), El amor y otras cosas imposibles se acer­ca peligrosamente a los presupuestos de las TV movies; etiqueta de la que se salva gracias a las interpretaciones de sus actores.